El carnaval de Notting Hill festeja la diversidad
Medio millón de personas participaron durante dos días en la 41ª edición del certamen, que se celebró sin incidentes y con un férreo control policial
Unas 40 discotecas portátiles, 10.000 policías y 500 agentes de tráfico, 80 cámaras de seguridad repartidas por más de 15 calles, 100 carrozas, medio millón de personas, decenas de orquestas, comida caribeña en cada rincón, reggae, jazz, salsa, funk, hip-hop... Eso y mucho más, ayer en Londres, en el carnaval de Notting Hill, la mayor fiesta callejera de Europa, y desde luego el mayor acontecimiento en la capital desde los atentados del pasado 7 de julio.
La cosa empezó el domingo con 200.000 personas en un desfile para niños y terminó ayer, fiesta nacional del Reino Unido, a las ocho de la tarde. Pero este año sólo acudieron la mitad de personas que el año pasado, algo que sus organizadores achacan a los atentados del 7 de julio.
La policía se había preparado para lo peor. Pero no hubo ni atentados ni disturbios masivos. Sólo 80 detenidos, cifra muy baja comparada con otros años. Y encima, salió un día en Londres como de primavera en Sevilla. Se veían radiantes las casas de enormes soportales blancos, las fachadas azules, rosas y violetas de la calle de Portobello, los vecinos tomando el sol en sus jardines mientras otros sacaban un altavoz a la terraza y pinchaban su propia música, envueltos todos, vecinos, policías, músicos, bailarines y transeúntes en el humo dulzón de las barbacoas.
Hace 41 veranos que un grupo de jamaicanos sacó sus tambores a las calles del barrio de Notting Hill y empezó a reivindicar sus raíces en lo que entonces era un barrio con ciertos tintes racistas. La cosa solía terminar en enfrentamientos con la policía, carreras por aquí y por allá. Poco a poco fueron acudiendo al carnaval gente de otras naciones. Y cuando Julia Roberts y Hug Grant protagonizaron la película Notting Hill en 1999, el carnaval ya se había convertido en una leyenda.
El lema del año pasado era la libertad y la justicia. El de esta vez, año de la muerte del brasileño Jean Charles de Menezes, ha sido la unidad y la diversidad.
El presidente del carnaval, Chris Mullard, auguró que este año el carnaval iba a ser "más grande, mejor y más seguro". Se esperaba un millón de personas, como en la edición de 2004, pero sólo acudió la mitad. Lewis Benn, uno de los organizadores, achacó el relativo fracaso al 7 de julio. "Los atentados cambiaron el comportamiento de las personas, pero una cosa que no cambiará jamás es la fuerza de esta ciudad y su diversidad. Viendo cómo la gente se ha echado a la calle le estamos diciendo a los terroristas que no nos van a derrotar", declaró.
En cualquier caso, hubo espacio para todos. Y por todos los rincones se veía a la gente sonreír.
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