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El que no corre huye | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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Busco pareja

El verano es la estación más celestina de todas. Parece que se empeña en que florezcan las parejas. Que si el sol calienta, que si el agua refresca, que si los cuerpos se muestran. Desde que veíamos Verano azul, a la mente le da el Lorenzo en la cabeza y se va sola, buscando a nuestras Beas o a nuestros Javis y Panchos luchando por nuestro amor. Que se note que ya no tenemos ningún prejuicio acerca de los lugares por donde practica el sexo cada uno, y que observamos la posibilidad de que los Javis y los Panchos se enrollen entre ellos y que por fin los Quiques puedan llevarse algo a la boca. Lo de Beas y Desis juntas, ya no, porque eran hermanas y los hijos les saldrían tontos. Beas y Julias.

Los amores de verano siempre están contentos, pestañeando, dándose piquitos y creyéndose que son invisibles a los ojos de los amigos

También los que se quedan currando ligan más. Claro, porque piensan que se han quedado currando, se engorilan y salen a por todas con un letrero en la frente que pone "esta noche me zumbo lo primero que se mueva" y, a veces, la gente lee y funciona. Si cuela, cuela. Es lo que se llama ligar por sicuelinas. Muy torero y muy español.

Y los amores de verano siempre están contentos, pestañeando, dándose piquitos y creyéndose que son invisibles a los ojos de los amigos. Amigos que los miran estupefactos porque siempre retrasan al grupo con su amor y porque no se pueden creer la cara de memo que se le está poniendo a Gerardo, míralo, míralo. Y mientras les esperan, hacen que no cortitos con la cabeza.

Pero no se puede hacer nada, es el verano. Y cuando no había masificación suficiente como para que se hicieran parejas por eliminación, como ahora, al verano le daba lo mismo interceder en la normalidad para conseguir sus fines. Un año, en la costa de Cádiz, cuando daba gusto verla, el verano llegó a tirar un contenedor por la borda de un carguero y provocó el mayor "busco pareja" de la temporada. Porque el contenido eran zapatillas, playeras, tenis, bambas. Lo que ahora se conoce por deportivos/as, vamos. Y las playas se inundaron de zapatillas, iguales, de cordones y de colores, tipo Tao. Lo que ahora se conoce por All stars, vamos. Y todos recogieron zapatillas de la playa. Y todos se pusieron a buscar las parejas. Las de las zapatillas. Bueno, y de paso... La gente llegaba por la noche a los chiringuitos y decía que tenía un 36 azul y un 44 rojo. Y una chavala decía que a ella le hacía falta un 37 amarillo. Y el otro que su prima él creía que tenía uno... y ya estaba lanzada la flecha. Si no encontraban pareja en el pueblo, pues iban a los de al lado, porque desde Tarifa a Barbate se sabe que se intercambiaron zapatillas, por llamarlo de alguna manera.

Yo ayer vi una pareja que estoy segura de que es una trampa del verano. Ellos no se habían elegido, ni se habían visto. Pero el rijoso verano dotó de vida a sus gafas, y ellas mismas hicieron que ella y él cruzaran una mirada y se atrajeran irremediablemente. Ellos seguían sin mirarse, se daban la mano lánguidos, pero las monturas de sus gafas de pasta negra se miraban de reojo y brillaban de placer porque sabían que eran almas gemelas. Y de la misma marca.

Refresco del día: comerse un helado. Da igual cómo se lo coma. Alguien lo encontrará erótico o singular e igual le sale plan.

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