Lección de flexibilidad
Alan Greenspan se despide. El inicio de la ronda de mensajes testamentarios, hasta que formalmente abandone en enero la presidencia de la Reserva Federal, ha tenido lugar en la apertura de su simposio anual. Allí ha advertido de las amenazas que pesan sobre la economía estadounidense y de los obstáculos que encontrará su sucesor en la presidencia de ese banco central. Los elevados precios de los activos, especialmente los inmobiliarios, son la más explícita y anunciada de esas amenazas apuntadas por Greenspan. Las tentaciones proteccionistas en las que puede caer la Administración de Bush, como respuesta al no menos inquietante déficit exterior, son la otra. Pero ambas extienden sus potenciales implicaciones más allá de EE UU.
Está en lo cierto Greenspan al recomendar que se utilicen ajustes continuos pero suaves -en las variables financieras, en los tipos de interés y en los tipos de cambio- para hacer frente a esos desequilibrios, renunciando a las excesivamente frecuentes presiones proteccionistas de los grupos de interés alimentados por empresas incapaces de competir en el entorno global. La experiencia que aporta esa economía es suficientemente ilustrativa al respecto: la mejor respuesta a todo tipo de choques, incluido el que constituye la agudización de la competencia de economías emergentes como China, no es otra que la flexibilidad de los mercados y de las empresas, pero también de la política económica.
En Europa deberíamos tomar buena nota de esas recomendaciones de quien lleva 18 años gobernando la economía más importante del mundo. La renuncia a los fundamentalismos, el reconocimiento de la complejidad y la conveniencia de que los bancos centrales no impidan el crecimiento, son algunas de las lecciones de los mandatos Greenspan. Algunas de esas amenazas no son muy distintas a las que pesan sobre algunas economías europeas, y sobre la española en particular, como la desproporcionada escalada en los precios inmobiliarios o el crecimiento del déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente. La diferencia es que el grado de diversificación de la estructura productiva estadounidense le permite no descansar tanto en la construcción como dinamizador del crecimiento, a la vez que es un poderoso atractivo de inversión directa extranjera, un flujo de capital que en nuestro caso lleva años cayendo.
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