Frenético Robinho
En su debut, a la nueva estrella del Madrid le bastaron 27 minutos para participar en 38 jugadas
Hiperactivo e hiperproductivo. El estreno de Robinho en España ha tenido un impacto demoledor. Para el Cádiz, su víctima; para sus propios compañeros del Madrid, que no han ahorrado elogios, y para sus futuros rivales. Incluso para su entrenador, Vanderlei Luxemburgo, que tiene dos semanas por delante para cerrar un debate de complicada solución: ¿quién dejará el puesto a Robinho en el próximo partido? La respuesta, el sábado 10 de septiembre, en el Bernabéu, ante el Celta, en la segunda jornada de la Liga.
Fueron sólo 27 minutos, los 24 que quedaban cuando sustituyó a Gravesen y los tres de la prolongación, suficiente tiempo para que Robinho adquiriera un protagonismo insultante en el Ramón de Carranza. Vertical, desequilibrante, directo y en continuo contacto con la pelota. Así fue el juego del brasileño en esos 27 minutos, en los que tuvo una actuación estruendosa, tocando el balón cada 42 segundos. Participó en 38 acciones; dio 14 pases, sólo tres erróneos; sacó de su particular repertorio nueve regates, con bicicletas y sin ellas, y remató en una ocasión, con el pie derecho, en una jugada que acabó en córner.
Dio 14 pases, de los que tres acabaron en remate; se inventó nueve regates y disparó en una ocasión
Tuvo Robinho una participación decisiva en el gol del triunfo madridista, el que significó el 1-2. Él inició desde la derecha la jugada, avanzando en paralelo a la frontal del área, donde le dejó el balón a Ronaldo para que éste se internara y se lo cediera a Raúl, que remató llegando al segundo palo. Otros tres pases de Robinho se tradujeron en ocasiones de gol: uno a Pavón, que lanzó alto; otro a Roberto Carlos, cuyo disparo lo despejó el portero, y el último, al borde del final, a Helguera, que estrelló el remate en el larguero.
Se movió Robinho por todo el frente del ataque, ubicado unos metros detrás de Ronaldo, por lo que pudo combinar con todos sus compañeros excepto con Casillas. Su socio favorito fue Zidane, a quien dio el balón en tres ocasiones y de quien lo recibió en seis, seguido de Ronaldo: tres y cuatro. Pese a su incansable participación en el juego, sólo fue objeto de una falta, un empujón que le propinó De Quintana.
Robinho dio la vuelta a un partido que se le había atragantado al Madrid, algo habitual en la pasada temporada. "Él solo lo ha cambiado todo", reconoció Víctor Espárrago, el técnico del Cádiz, que no dudó en apuntarse al coro de admiradores, encabezado por un Helguera que lo vio claro desde su posición en la defensa. "Yo, desde atrás, sólo quería que se la dieran a él porque es un espectáculo y sabía que podía cambiar el partido", dijo el cántabro mientras Roberto Carlos anunciaba mejores tiempos: "Hay que tener tranquilidad con Robinho porque hará grandísimas cosas, mucho mejores de las que se han visto en este primer partido".
Tampoco Zidane, que puede ser uno de los damnificados por la entrada de Robinho en el equipo titular, escatimó elogios: "Lo que hace es bastante excepcional. Es tan hábil con el balón que impresiona a todo el mundo. Pero pienso que todavía no ha mostrado nada y vamos a aprender a conocer rápidamente a Robinho en Europa. Puede ser el heredero de Ronaldo y Ronaldinho. Lo que hace a su edad es extraordinario". Guti, por su parte, sentenció: "Es un gran jugador, muy joven, con mucha habilidad y va a aportar muchas cosas al equipo".
Quien más lacónico se mostró fue Luxemburgo, que, preguntado por el juego de Robinho, contestó. "Sabíamos que podíamos contar con él y eso hemos hecho", se limitó a comentar antes de reconocer que con su salida varió todo el sistema táctico de ataque, colocando a Zidane y Raúl por detrás de Ronaldo y Robinho, en un dibujo similar al cuadrado mágico que utiliza la selección brasileña.
El domingo 5 de febrero de 1984 las cosas pintaban peor que mal para el Madrid en Cádiz. Perdía por 2-0 y, en el descanso, el entrenador del equipo blanco, por entonces Di Stéfano, tomó la decisión de dar la alternativa a un chaval de la cantera, de 21 años, llamado Butragueño. En lo que fue uno de los debuts más recordados en la historia del madridismo, Butragueño puso boca abajo el partido, marcó dos goles y el Madrid acabó venciendo por 2-3. El pasado domingo, Butragueño sonreía en un lateral del palco, sentado junto a Arrigo Sacchi, viendo la exhibición de Robinho, de 21 años, nacido 11 días antes de que El Buitre comenzara a forjar su leyenda en aquel febrero del 84.
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