Cómo desmontar una central nuclear
El 98% de los materiales que componían Vandellòs I, la primera planta desmantelada en España, se ha reutilizado
Los listones que forman la inmensa mesa de madera, donde las visitas pueden comer y descansar, eran los escalones de acceso al edificio de administración de personal. La curiosa escultura circular que aparece en medio del emplazamiento era el hueco del ascensor del mismo edificio. El centro de visitas era el almacén de materiales. Y el emplazamiento de Vandellòs I, ahora silencioso y prácticamente desierto, era una bulliciosa central nuclear.
La tercera central más antigua de España ha sido reciclada. Vandellòs I comenzó a producir energía en 1972, y generó 55.647 millones de kilovatios durante sus 17 años de vida, equivalente a todo el consumo de la ciudad de Barcelona en el mismo periodo. En octubre de 1989 se produjo un accidente en la sala de turbinas, el más grave ocurrido hasta entonces en la historia nuclear española, por el que se clausuró la central. Fue el final de su vida útil, ya que las autoridades llegaron a la conclusión de que reabrirla sería más caro que cerrarla. Enresa, el organismo público que gestiona los residuos nucleares, fue encargada entonces de poner en marcha una experiencia inédita en España, y con muy pocos precedentes fuera de ella: el desmantelamiento de una central nuclear.
La radiactividad es como una mancha de grasa: se arranca con jabón y un estropajo
"Ésta ha sido una experiencia pionera, por el tamaño de la central, por su tipo [es de grafito-gas, de las que sólo hay 39 en el mundo] y por el tiempo en el que se ha hecho", explica José Ramón Armada, el director del desmantelamiento. Ha sido un proceso tan novedoso que la central ha recibido 115 visitas institucionales durante los trabajos de desmontaje, incluyendo personal de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), y de países como Japón, EE UU o China.
El desmantelamiento duró algo más de cinco años. No fue un trabajo de destrucción; fue, más bien, un proceso productivo. "Hemos partido de una central nuclear para producir dos cosas: un emplazamiento vacío, y materiales de reciclaje", dice Armada. Los suelos y paredes, las tuercas y tornillos, las puertas y ventanas, los escombros y cables, hasta los escalones y ascensores. Vandellòs I ha sido reutilizada en un 98%.
Para empezar a desmontar, de hecho, lo primero que hubo que hacer fue construir. Los técnicos montaron fuera de la central el anillo de servicios (agua, luz, gas) que hasta entonces estaba dentro de ella, pero que se necesitaban para el desmantelamiento. Después, los técnicos tuvieron que enfrentarse al gigante: en su conjunto, la central ocupaba 13 hectáreas y la cantidad de materiales que había que tratar sumaba 300.000 toneladas. Como la idea era reutilizar todo lo que fuera posible, cada centímetro de espacio y cada gramo de material tuvo que ser medido, descontaminado y reciclado. Así que, durante 343.750 jornadas, el personal trabajó como si formara parte de un gigantesco y concienciado hogar: buscar la suciedad, limpiar la mancha (radiactiva) y, luego, reciclar.
El proceso fue largo, y muy laborioso. De hecho, el aspecto exterior de la central cambió muy poco hasta 2002. ¿Cómo se recicla una central nuclear? Imaginemos una habitación de un edificio en concreto. Primero acude un equipo medidor, que se encarga de determinar, metro a metro, qué zonas están o no contaminadas. Al final, lo que resulta es una especie de tablero de ajedrez que marca las zonas radiactivas, donde, más tarde, actúan los descontaminadores. Su trabajo es similar a "fregar una sartén", en palabras de Armada. Y es que la radiactividad es una mancha que se limpia con simple jabón y un estropajo. Cuanto más complicada sea la forma de material (un tubo lo es más que una superficie lisa), más complejo es el trabajo y, en algunos casos, como en edificios de gran altura, hubo incluso que contratar a alpinistas. Pero, al final, todo se reduce a medir, frotar y volver a medir, hasta que la mancha desaparece.
La siguiente fase es la del desmantelamiento propiamente dicho. Una vez que se ha asegurado que todo el edificio está limpio, hay que demolerlo y reciclarlo. De las 300.000 toneladas que ha pesado la central, la gran mayoría (277.000) era hormigón, escombros o residuos convencionales que han sido reutilizados en el propio emplazamiento. 16.500 toneladas era chatarra que ha sido reciclada o enviada a vertederos. En el centro se habilitaron cinco controles de medición para garantizar que todos estos materiales que salían del centro estaban realmente descontaminados.
Unas 1.700 toneladas eran residuos radiactivos que eran tan complejos de descontaminar que, finalmente, fueron enviados al centro de almacenamiento de residuos que tiene Enresa en El Cabril (Córdoba).
En todo el proyecto trabajaron 2.700 personas, de 63 empresas distintas. La mayor parte (70%) provenían de las localidades cercanas y, entre ellos, también estaban 110 de los casi 400 antiguos trabajadores de la central, que tuvieron que se formados para nuevos empleos. El resto se jubilaron o fueron recolocados en otras centrales.
La mayor parte de los trabajadores fueron empleados en tareas convencionales. Pero un total de 629 personas trabajaron en la zona radiológica. Vestían con guantes, gorros, mascarillas, monos -y, en algunos casos, trajes de plástico-. En los cinco años de proyecto, dice Enresa, no se ha registrado ningún incidente radiológico. La dosis media de radiación recibida por los trabajadores que estuvieron expuestos fue de 0,69 mSv [mili Severt, la unidad que se utiliza para medir la malignidad de una radiación], y la dosis individual más alta, de 1,1 mSv. Para realizar una comparación, una radiografía de columna son 1,30 mSv; un TAC de tórax, 8,00; un día en la Estación Espacial Internacional, 0,70; y una sola hora de vuelo, 0,01.
El último edificio que se desmanteló en Vandellòs I fue la nave de efluentes, porque se utilizaba como almacén de los residuos. Aunque esto no es exacto. El corazón de Vandellòs I aún late: el reactor nuclear no ha sido desmantelado.
Los niveles de contaminación del reactor son tales que los técnicos calculan que hay que esperar unos 25 años para entrar en él, ya que entonces se podrá descontaminar sin peligro para los trabajadores. Hasta ese momento, el reactor ha sido cubierto con un enorme sarcófago hexagonal verde y azul, que pesa 350 toneladas y tiene una superficie de 5.600 metros cuadrados. Tiene un revestimiento de chapa de acero galvanizada, y resiste el viento y la lluvia.
Los trabajos del reactor fueron, posiblemente, los más complejos. Para desmontar la nave que lo alojaba, de 80 metros de altura, hubo que contratar una grúa especial, única en España, que era capaz de trabajar a una altura de 150 metros y cargar pesos de hasta 800 toneladas.
Los trabajos no han terminado. Durante los próximos 25 años, hay que asegurarse de que el reactor permanece completamente aislado del exterior y controlar continuamente su temperatura, presión y humedad. Además, cada cinco años se realiza una prueba para garantizar que ninguno de los materiales se ha corroído, introduciendo en el reactor un pequeño robot.
Vandellòs I está ahora en el nivel II de desmantelamiento, es decir, sólo falta desmontar el reactor. Cuando se desmantele éste se llegará al nivel III, la liberación total, y, entonces, los dueños del terreno (Endesa e Iberdrola) deberán decidir qué hacen con él. Entretanto, las 13 hectáreas originales han quedado reducidas a tres o cuatro. En la central siguen trabajando una decena de personas, entre ellas los encargados de vigilar el reactor, quienes realizan tareas administrativas y los empleados del Centro Tecnológico Mestral, situado en las instalaciones. Este centro es producto de un acuerdo de colaboración entre Enresa y la Universidad Rovira i Virgili (URV). Su objetivo es estudiar el impacto medioambiental de la clausura del reactor, y también están haciendo diversos experimentos como, por ejemplo, estudiar algunas plantas que parecen chupar radiactividad y que, por tanto, facilitarían mucho un desmantelamiento. Y también están estudiando el propio proceso de desmontaje, para mejorarlo en el futuro.
Y es que los técnicos reconocen que, visto con perspectiva, habrían hecho muchas cosas de otra manera. Por ejemplo, se dieron cuenta demasiado tarde de que la central auxiliar hubiera
sido un perfecto almacén: cuando lo pensaron, ya la habían demolido. También tuvieron que instalar una sala de desmontaje de piezas, porque muchas de ellas no encajaban en vertederos y fundiciones, y han tenido que inventar aparatos que no existían, como una máquina que trepa por la pared para analizar su radiactividad. La experiencia acumulada en Vandellòs I servirá para el siguiente desmantelamiento, en Zorita, a partir de abril de 2006. Pero con otras cuestiones, como la complejidad de acceso a algunas zonas o el uso de determinados materiales muy complejos de descontaminar, habrá que convivir: "Cuando se construyeron las centrales, en el boom de los setenta, nadie pensó que habría que desmantelarlas después", concluye Armada.
Los datos del desmontaje
- Los trabajos empezaron en marzo de 1998 y terminaron en junio de 2003.
- El coste ha sido de 94,6 millones de euros.
- Se han invertido 2,7 millones de horas del trabajo de 2.700 personas. Cada día trabajaban, de media, 323 empleados.
- La central medía 13 hectáreas, que ahora han quedado reducidas a tres o cuatro, y pesaba 300.000 toneladas, la mayor parte hormigón. Después de la limpieza de todo este material, sólo el 2% ha sido clasificado como radiactivo.
- Durante el desmontaje de la nave del reactor, la grúa llegó a cargar piezas de 250 toneladas, un peso equivalente al de 35 elefantes.
- Gran parte del trabajo se lo llevó la lavandería, que gastaba anualmente unos 1.700 kilos de detergente, el equivalente al consumo de una familia en 15 años. Se han lavado más de 140 toneladas de ropa.
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