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Reportaje:07 | PANORAMA DE TURQUÍA | LECTURA

El tiempo de la política

Ahora, Ankara está tranquila, de no ser por las obras en las calles, y los muecines, y los gritos de los vendedores ambulantes. Las salas de conciertos, los teatros, las academias y las universidades están cerradas, y se hace poco negocio por la ausencia de estudiantes en las cafeterías y en los bares amontonados unos encima de otros entre las tiendas del centro. La ciudad romana, la ciudadela bizantina, los edificios oficiales y los monumentos de la época republicana, todos están más olvidados que nunca. Apenas si pasa a toda velocidad algún Mercedes negro con su escolta por el bulevar Ataturk, de seis carriles, y un único taxi amarillo hace compañía a los guardias por fuera de los jardines del Parlamento, que son regados permanentemente.

Hasta esta década de 2000 no se revocaron muchas disposiciones antidemocráticas fundamentales
Los laicos siguen sin fiarse de Erdogan, y su Gobierno ha aliviado poco la situación
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de los trabajadores En diciembre de 2004 la UE decidió que Turquía había hecho ya suficiente para mejorar su democracia

Pero el verano empieza a agotarse. Miles de minibuses escolares hincharán el tráfico el 12 de septiembre, marcando el inicio del nuevo curso. El 1 de octubre, el Parlamento reanudará sus sesiones. El FMI exigirá que el Gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo presente su nueva legislación económica, mientras su base electoral fundamentalista lucha por el final de la prohibición del velo, una actitud permisiva en relación con las clases de Corán, y cambios constitucionales para recortar los poderes del presidente, facilitar los nombramientos partidistas, y obligar al Consejo Superior de Educación y al Ejército a responder de sus actos frente a los tribunales administrativos. También son temas de la agenda política la nueva legislación antiterrorista y las medidas para ganarse el corazón de los kurdos. Puede que haya más señales de un adelanto de las elecciones a 2006, o del empeño del primer ministro Tayyip Erdogan en suceder al presidente Sezer en mayo de 2007, convirtiéndose así en el primer presidente cuya esposa lleva vestido islámico. Mientras no haya ninguna crisis en torno a Chipre en el último minuto, parece que las conversaciones sobre el ingreso en la UE comenzarán el 3 de octubre. Y a todo esto, si bien no habrá conmemoración oficial, el 12 de septiembre es también el 25º aniversario del golpe de Estado de 1980.

Los políticos del devlet baba -"el Estado-padre"- suelen foguearse en la política local, en las organizaciones empresariales y profesionales, en el terreno del derecho, en la educación o en los medios de comunicación. Algunos se han labrado su reputación en el servicio público o en otros campos; muchos tienen intereses empresariales pequeños o medianos (nunca grandes), habitualmente manejados por familiares. Pueden contar con el apoyo de sectas religiosas, ONG o, sencillamente, el de sus amigos o parientes en un sentido amplio. Han de tener cuidado de agradar a los líderes de los partidos políticos a los que pertenecen o aspiran representar. Deben, en gran medida, financiar sus propias campañas políticas, y esperan como retribución beneficios materiales, influencia o reputación pública.

"La política tiene mucho que ver con llenar asientos", dice Mehmet Dulger, diputado del AKP por la provincia de Antalya en el Parlamento, un arquitecto educado en Suiza perteneciente a una conocida familia de políticos. "Todo el mundo se interesa más en época de elecciones. Algunos buscan el escaño para servir a la nación; otros, para servir a sus propios círculos, y los hay que lo buscan para servirse a sí mismos". Las políticas de ajuste y las reformas del FMI han cambiado la naturaleza del clientelismo y del nepotismo, pero pocos creen que estos fenómenos hayan sido erradicados por completo.

La política multipartidista se introdujo, en línea con las tendencias occidentales, después de la Segunda Guerra Mundial, en el mismo periodo en el que Turquía entró en la OTAN y en el Consejo de Europa, y empezó a poner la mirada en el ingreso en la UE. En los años sesenta y setenta había un sistema bipartidista muy fácil de reconocer para un europeo. El tercero y más brutal de los golpes de Estado de la República acabó con ese sistema, como con muchas otras cosas. Fue una respuesta a una serie de bombas, masacres, peleas a tiros y asesinatos, relacionados con organizaciones tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, que llegaron a causar hasta 30 muertos diarios -la exagerada ración que tuvo Turquía de los problemas económicos, activismo de izquierdas y anticomunismo que empezaron a experimentar los europeos a finales de los años sesenta y en los setenta-.

Entre 1980 y 1983, se habla de cientos de miles de personas detenidas, más de 200.000 juzgadas, más de 20.000 condenadas y decenas de miles de personas torturadas. Se reactivó la pena de muerte, y 50 personas fueron ahorcadas. Hubo numerosas muertes sospechosas. La mayoría de las víctimas eran sindicalistas, estudiantes e intelectuales de izquierdas que en su día habían sido poderosos. Se cerraron todos los partidos políticos y muchos sindicatos y otras organizaciones. Se introdujo una legislación nueva y estricta para gestionar las universidades, la participación política, los medios de comunicación y las organizaciones sociales de todo tipo. Los juicios continuaron, las prohibiciones se mantuvieron en vigor y la tortura siguió siendo una práctica sistemática durante muchos años después. Los gobiernos elegidos desmantelarían más adelante ciertas partes del sistema construido en 1980, pero no fue hasta esta década de 2000 -y debido a las presiones de la UE- que se revocaron muchas disposiciones antidemocráticas fundamentales. Las condenas por torturas siguen siendo algo extraordinariamente raro. Kenan Evren, el ex jefe militar del Estado, disfruta de una jubilación apacible en un pueblo de veraneo costero, donde pinta cuadros y recibe de vez en cuando a los periodistas.

La retórica del golpe de 1980 tenía que ver con el fin de la anarquía y el regreso a los principios del kemalismo. La consecuencia fue el aplastamiento de la izquierda, dejando el islamismo fundamentalista como la inspiración ideológica más probable para la población desfavorecida de las ciudades. El golpe pudo también contribuir a dar forma a la insurgencia kurda que comenzó en 1984. Estableció las condiciones políticas que condujeron a la adopción precipitada -bajo los gobiernos del oportunista Partido de la Madre Patria de Turgut Ozal- de las medidas económicas en boga entonces en el panorama internacional. Y dejó amargamente divididas las redes políticas tanto de la derecha como de la izquierda. Ni siquiera la ley electoral, inspirada por el Ejército, según la cual ningún partido que no haya obtenido el 10% de los sufragios puede aspirar a un escaño en el Parlamento, fue capaz de evitar la necesidad de crear gobiernos de coalición. Entre 1991 y 2002 hubo nueve gobiernos de coalición o en minoría. Las acusaciones de corrupción se sucedían a diario.

La crisis económica de 1994 allanó el camino para la victoria islamista en las elecciones de 1995 y para el Gobierno de 1996-1997 dirigido por Necmettin Erbakan. De igual modo, la crisis de 2001 desembocó en la victoria por mayoría absoluta del AKP -nacido de las cenizas del movimiento de Erbakan, y que prefiere autodefinirse como un partido democrático y conservador- en unas elecciones anticipadas en 2002. El AKP obtuvo el 34% de los votos emitidos; el Partido Popular Republicano (CHP) -un partido laico de centro-izquierda que se remonta a Ataturk- fue el único capaz de superar la barrera electoral con el 19% de los votos. Dieciséis partidos no lo consiguieron.

Erdogan era diferente. Alto, licenciado por una escuela religiosa, ex futbolista y distribuidor de alimentos, fue capaz de sintonizar con los pobres urbanos y con pequeños círculos empresariales. En 1994 se subió a la ola islamista y llegó a ser alcalde de Estambul. Se presentaba a sí mismo, con éxito, como una víctima del sistema por su condena por incitación (o por recitar un poema), que de hecho le impediría ser primer ministro hasta marzo de 2003. Los notables conservadores de las ciudades menores, los oportunistas de Ankara y los radicales islamistas de las ciudades en busca de justicia social se unieron a su causa, pasando por alto cuestiones sobre su evolución de la pobreza a la prosperidad o las alegaciones en torno al mal uso de los fondos obtenidos de los servicios públicos de Estambul, que gestionan muchos miles de millones de dólares.

En la actualidad, Erdogan mantiene su encanto desgarbado, su Gobierno ha aplacado los peores temores de las grandes empresas y de los mercados financieros, y la oposición está tan débil como siempre. Pero los laicos siguen sin fiarse del primer ministro, y su Gobierno ha aliviado poco la situación de los campesinos o de los trabajadores. El sólido apoyo del que disfrutaba en Washington ha sido atemperado por la negativa del Parlamento, el 1 de marzo de 2003, de aprobar la utilización del territorio turco por las tropas estadounidenses para la invasión de Irak, así como por la continuación de las buenas relaciones con Siria e Irán. En Europa, el intento del verano pasado de introducir el crimen del adulterio en el código penal y la aparente tolerancia de Erdogan ante la violencia policial contra una manifestación del Día de la Mujer han reavivado las dudas sobre sus intenciones, a pesar de su defensa constante del ingreso en la UE.

El clima internacional surgido a causa de los ataques de Al Qaeda y el hecho de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos no haya condenado la prohibición del velo en la universidad podrían atizar una oposición islamista más radical. Pero más preocupante a corto plazo para Erdogan es el continuado "renacer nacionalista". El 20 de marzo de 2005, unos jóvenes kurdos intentaron presuntamente quemar una bandera turca en Mersin durante las celebraciones de la víspera del Newroz (el año nuevo kurdo). El incidente tuvo amplia repercusión en los medios de comunicación. En pocos días, en casi cada calle, edificio y vehículo de transporte público ondeaba la bandera de la estrella y la luna creciente. Los fabricantes informaron de que se habían vendido más banderas que en el anterior día de la República (29 de octubre).

Hay dos nacionalismos. Uno es el milliyetcilik de la amplia fraternidad que suele asociarse al Partido de Acción Nacionalista (MHP). Hacen la señal del "lobo" con los dedos, celebran el pasado nómada de los turcos y a veces chocan las cabezas en lugar de saludarse dándose besos o estrechándose la mano. Son muy visibles en los funerales de los soldados asesinados por el PKK. Incluyen a líderes mafiosos -que ocasionalmente se han aliado con las fuerzas de seguridad y de inteligencia contra los comunistas, los nacionalistas kurdos y posiblemente contra otros enemigos del Estado, y que ahora se dedican al contrabando, al cobro de deudas y a arreglar apuestas-. Incluyen también a las turbas que atacan con frecuencia a estudiantes de izquierdas, sindicalistas y kurdos, con palos o cuchillos, y que casi nunca son detenidos. Tienen sus propios periódicos y, hasta cierto punto, sus propios sindicatos, y muchos políticos conservadores respetables se definirían a sí mismos tranquilamente como milliyetcilik.

El nacionalismo ulusalcilik cree en la permanente necesidad de la nación y del Estado-nación centralista. Tiene influencia en el CHP y cuenta con las simpatías de políticos, académicos y columnistas de prensa de tendencias variadas. El 24 de julio, miles de turcos se manifestaron en Suiza y en Turquía para conmemorar el 82º aniversario del Tratado de Lausana, por el que se reconocía la independencia de Turquía. La Cámara de Comercio de Ankara ha pedido a sus miembros que dejen de poner nombres en inglés a sus negocios, y la Unión Nacional de Cámaras de Comercio está patrocinando consorcios nacionales para participar en las ofertas de privatización.

El libro más vendido en Turquía este verano es la novela épica de Turgut Ozakman sobre el movimiento de independencia, Esos turcos locos, aunque Bir Gun (Un día), de Ayse Kulin, sobre las experiencias de dos mujeres en torno al problema kurdo, también ha vendido 75.000 ejemplares en menos de un mes, y todos los best sellers internacionales, desde Dan Brown a Gabriel García Márquez, son rápidamente traducidos al turco.

Las exigencias del FMI y de los inversores internacionales, el aumento de la violencia en el sureste de Turquía, la aparente indiferencia de Estados Unidos a la presencia del PKK en el norte de Irak, las constantes críticas internacionales contra Turquía a causa del supuesto genocidio armenio, son factores que han contribuido al auge del nacionalismo, y a la búsqueda de paralelismos entre las condiciones del antiguo Imperio Otomano y las de hoy. La UE ha jugado su papel. Hoy se admite en todos los círculos que el Gobierno de Ciller se equivocó al levantar los aranceles y entrar en la unión aduanera con la UE en 1996 sin asegurarse más concesiones o promesas más firmes. La cumbre de la UE de diciembre de 1997 dejaría a Turquía fuera de la lista de candidatos a ingresar en la Unión, contribuyendo a la obtención del 18% de los votos por el MHP en las elecciones generales de 1999. La UE cambió de opinión en Helsinki en diciembre de 1999, pero puso en marcha al mismo tiempo una política nueva y mortificante en relación con Chipre.

En diciembre de 2004, la UE decidió que Turquía había hecho ya suficiente para mejorar su democracia, y anunció que iniciaría conversaciones sobre su ingreso "con final abierto", sujetas a numerosas condiciones y reservas, el 3 de octubre de 2005. Pero sólo unos meses después, la forzada euforia con la que el Gobierno y sus partidarios saludaron la decisión se ha ido apagando. El rechazo a la Constitución europea en los referendos de Francia y Holanda, la perspectiva de una victoria de la derecha en las elecciones generales de Alemania y el creciente número de voces clamando contra el ingreso de Turquía en varios Estados europeos son factores que no han pasado inadvertidos. Sin embargo, la idea de que la UE aumentará las ayudas y mejorará los servicios públicos está muy arraigada, y los funcionarios de la UE tienen ya una importante presencia e influencia.

Muchos estudiantes dicen que quieren emigrar, pero muchos también trabajan como voluntarios. Duygu Erten es directora general de la Fundación de Voluntarios en Educación de Turquía (TEGV), una sociedad creada hace 10 años en Estambul que proporciona educación suplementaria y actividades a 150.000 escolares. "No tenemos problema alguno para encontrar voluntarios", declara, "porque a medida que los problemas de Turquía crecen, la gente responsable quiere hacer algo al respecto... Es muy difícil para los jóvenes entrar en política... Así que las organizaciones de la sociedad civil despiertan mucho interés".

La TEGV es miembro de la Federación Internacional de la Juventud y de la red global de la Fundación Europea para la Infancia y la Juventud. Hasta ahora ha sido financiada en gran medida por ayudas procedentes de pequeñas donaciones realizadas a través de mensajes de teléfono móvil. De ahora en adelante, Erten también espera colaborar más estrechamente con el Ministerio de Educación: "En el futuro me gustaría hablar de nosotros como un grupo de pensamiento sobre educación, con comisiones científicas que preparen contenidos, y reuniendo y distribuyendo los fondos europeos relacionados con la educación".

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