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Reportaje:ESCAPADAS | Ruta de los pueblos rojos | TIEMPO DE OCIO

Islas de color en un mar de pizarra

Tres aldeas segovianas de piedra bermeja brillan como ascuas en la ladera norte de la negra sierra de Ayllón

"Nombre moro, miseria cristiana": así resumió Cela hace 50 años la pobre impresión que le causó Alquité, "un pueblecillo de pastores, de leñadores y de carboneros, que digieren su hambre en honesta paz y en sabia gracia de Dios". Hoy Alquité ha resuelto el problema del hambre reduciendo sus constantes vitales a dos habitantes. Cierto que en verano se reanima un poco, cuando vuelven los que se fueron -incluido el octogenario Honorio, que se crió con leche de cabra y trabajó de cartero en estos tremendos, iletrados aislamientos-, pero aun entonces la soledad es tal que las golondrinas se posan a un palmo del humano, al que ciertamente no conocen.

Alquité es la primera población que se presenta conduciendo por la carretera de Riaza a Santibáñez de Ayllón, la primera de tres aldeas coloradas como la franja de arcilla y roca ferruginosa en que se asientan. Rodeadas por un mar embravecido de pizarra, que es la piedra dominante en esta sierra, y por tanto, de pueblos negros, Alquité, Villacorta y Madriguera semejan un trío de damiselas sonrojadas de su extraña suerte, nadie sabría decir si buena o mala.

También es Alquité, de las tres, la más chica y menos alterada: cuatro callejuelas de tierra elemental y otras tantas casas de piedra encarnada sin revocar. Arriba, junto a las viejas eras, la maciza iglesuela de San Pedro, del siglo XII, atesora un arco tallado con ingenua sabieza románica. En la trasera del templo hay un minúsculo camposanto, donde una tosca laja, hincada sobre un montón de tierra roja, informa: "Aquí nació, vivió y murió un hombre bueno". Y al otro lado, una vista mayúscula, que se extiende sobre un manto de infinitos robles hasta la cumbre de la Buitrera.

Comparada con Alquité, la siguiente aldea, Villacorta, es animadísima, hasta se ve algún niño por sus calles. Frente a la extrema sencillez de aquélla, ésta exhibe una colección de casas pulcramente restauradas con sillares esquineros de color púrpura, enlucidos de barro rojizo, entramados de madera, balconcillos de lo mismo y galerías acristaladas. Otro elemento típico es el letrero de "se vende", tan abundante como los madrileños que vienen aquí a echar sus redes, agotados ya los caladeros a 100 kilómetros de la capital.

El interés que los pueblos rojos segovianos suscitan en la vecina región madrileña explica también que a las afueras de Villacorta, junto al río Vadillo, lo que fue una antiquísima ferrería y luego un molino harinero se haya transformado en un coqueto hotel rural con restaurante donde se sirven gollerías -verbigracia, la tarrina de foie caramelizada al Pedro Ximénez-, insólitas en una comarca condenada, hasta hace no mucho, al ayuno forzoso.

De las vueltas que da la vida saben algo en Madriguera, tercera y última aldea de la ruta, que a finales del siglo XIX tenía dos médicos, dos boticarios, dos panaderías, dos carnicerías..., incluso casino, y todo lo fue perdiendo, hasta convertirse en 1979 en una pedanía fantasmal de Riaza, como Villacorta y Alquité. Pero, quien tuvo, retuvo. Y Madriguera, ayudada por el auge del turismo montaraz, sigue siendo la Nueva York de los pueblos rojos, con una multitud de 21 habitantes, docenas de casas preciosas, dos alojamientos rurales y una taberna.

Saliendo hacia El Negredo, la carretera trepa a un altozano desde el que se otea la bermeja Madriguera, y, al fondo, la sierra negra. Es la foto obligada.

Miradores, hayedos y manantiales

- Cómo ir. Riaza, punto de partida de esta ruta en coche, dista 115 kilómetros de Madrid yendo por la A-1 y desviándose por la N-110 en el kilómetro 104. Una vez en Riaza, hay que seguir por la SG-V-1111, enhebrando los pueblos rojos de Alquité, Villacorta y Madriguera.

- Alrededores. En Riaza (a 8 kilómetros de Alquité): plaza porticada, iglesia renacentista de Nuestra Señora del Manto, ermita de Hontanares y mirador de Peñallanas. En el puerto de la Quesera (a 17 km.): hayedo de la Pedrosa. En Grado del Pico (a 20 km.): manadero del río Aguisejo. Además, la ruta puede completarse visitando los pueblos negros de El Muyo y Becerril, así como Martín Muñoz de Ayllón, curiosa mezcla de arquitectura negra y roja.

- Comer. Molino de la Ferrería (Villacorta; teléfono: 921 12 55 72): parrillada de verduras y queso de cabra, revuelto de trigueros y chipirones, y rodaballo con setas y gulas; precio medio, 25 euros. La Pizarrera (Madriguera; teléfono: 921 12 55 45): ensaladas, tostas, croquetas caseras, pollitos de grano escabechados y bacalao a la Pizarrera; 15 euros. El Encinar (El Negredo; teléfono: 921 55 55 04): cochinillo, lechazo y cabrito asados en horno de leña; 20-25 euros.

- Dormir. La Estepa (Madriguera; teléfono: 659 10 44 48): casa tradicional de piedra y madera, pionera del turismo rural en la zona; doble, 48 euros. La Dehesilla (Madriguera; teléfono: 649 47 21 70): siete apartamentos de alquiler, construidos a la vieja usanza, todos ellos con chimenea; 70 euros. Molino de la Ferrería (Villacorta; teléfono: 921 12 55 72): antiguo molino harinero rehabilitado como posada en 1999, en un idílico soto a las afueras del pueblo; 90 euros.

- Actividades. La Vereda (teléfono: 659 82 28 61): rutas a caballo para todos los niveles, desde una hora hasta nueve días de duración.

- Más información. Oficina de Turismo de Riaza (Plaza Mayor, 1; teléfono: 921 55 04 30). Y en www.aytoriaza.org

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