El mejor artículo del mundo
Intento decidir cuál es el mejor artículo que se ha escrito jamás. Algunas personas han redactado auténticas obras de arte (pienso en Juan Cueto, cuya cara debe estar fotografiada no muy lejos de aquí), pero me es imposible decidir cuál de sus muchos textos es objetivamente el más brillante. Entonces descubro que puede escribirse, con la ayuda de una simple máquina, el mejor artículo del mundo. Para ello basta con combinar y permutar palabras, insistentemente, generando miles de millones de artículos sin sentido, hasta encontrar uno que, universalmente, pueda considerarse el mejor de todos.
No se trata, ciertamente, de una solución muy creativa, pero lo que cuenta es el resultado. Si combinamos palabras al azar durante siglos daremos, antes o después, con una auténtica obra de arte. La inmensa mayoría de los textos generados con este método resultarían incomprensibles, siendo del tipo: "Austria qué en sin para frenazo sobre cien acueductos entreacto camino occidental", y en otros se adivinaría un sentido más o menos claro. Sea como sea, nos sorprendería encontrar también una minoría de textos de una dignidad espectacular. Son las cosas del misterioso azar, el mayor y más potente generador de orden a largo plazo.
Nos sorprendería encontrar también una minoría de textos de una dignidad espectacular. Son las cosas del misterioso azar
¿Cuántos artículos tendría que escribir esa máquina azarosa para que nos topáramos, de repente, con el mejor texto del mundo? Empecemos a calcular.
Este artículo que ustedes están leyendo tiene, incluyendo el título, 452 palabras. El idioma castellano consta de 580.000 palabras, contando los tecnicismos. La cantidad de combinaciones y permutaciones entre esas dos cantidades es espectacular. Por primera vez dejaré de ser preciso, para no angustiar demasiado, y diré que la cantidad de artículos que podrían escribirse en un espacio similar al que se me ha adjudicado en este diario es de varios millones de millones de millones de millones de millones de millones. Por muy rápidamente que nuestra máquina escupiera los textos, tardaríamos miles de millones de millones de años en encontrar uno que, por puro azar, nos pareciera más o menos atractivo.
De todo lo dicho podemos extraer una conclusión tan obvia como deprimente: no nos saldría a cuenta en absoluto inventar esa máquina vomita-textos. Nos aburriríamos durante milenios antes de toparnos con algo llamativo, y entonces tendríamos que esperar otro tanto para volvernos a emocionar con una frase más o menos bien construida. El azar es eficaz, pero el ser humano es, afortunadamente, impaciente. Sin embargo, no debemos desesperarnos en absoluto ante el fracaso de nuestro proyecto creativo, porque hay una alternativa fantástica para conseguir buenos artículos en un plazo de tiempo infinitamente más reducido: encargárselos al señor al que, sin ningún pudor y porque me da la gana, he piropeado al inicio de mi artículo.
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