El 'balón de oro' que rompió el récord de goles de Rush

Hace 15 años, una noticia sacudió el fútbol inglés. "¡Alguien ha roto el récord de Rush!", exclamaban, sorprendidos, los especialistas. Owen, un chaval pequeño, sin un físico espectacular y contenido en los gestos, había barrido la marca de 72 goles lograda por el célebre galés, la bigotuda gloria del Liverpool, cuando era adolescente. Aquel joven, hijo de un antiguo centrocampista del Everton, aquel tal Owen, había marcado 97. Había nacido una estrella, el estandarte del Liverpool, un indiscutible en la selección inglesa, el jugador que arrebató a Raúl el Balón de Oro que premiaba al mejor futbolista de 2001.

Owen confirmó su fama infantil de pistolero nada más debutar con el Liverpool: salió al campo como suplente y marcó, contra el Tottenham, el primero de sus 158 goles con los reds. Aclamado en su país como el golden boy, el muchacho de oro, patentó su peculiar estilo: ausente, poco participativo en el juego, le basta con tocar dos balones para marcar un gol.

Para muestra, su tanto contra Argentina en la Copa del Mundo de Francia 1998, a la que acudió con 17 años. Agobiado por su marcador en el centro del campo, Owen se marchó con un sutil toque de espuela. Entonces, esprintó, supersónico. Le esperaba Ayala con la guadaña preparada. Ni le vio. Owen, superando cualquier obstáculo, marcó un gol antológico que avisaba de la estrella que estaba por llegar. En Inglaterra se agotaron los titulares, las palabras, para describir al nuevo prodigio, al dueño del gol, al heredero de Lineker.

Convertido en el preferido del campo de Anfield, cuatro años de continuos halagos no fueron suficientes para retenerle: "Siempre he querido jugar fuera de las Islas, aprender una nueva lengua, conocer otra cultura, un fútbol diferente", dijo en su momento; "no se me ocurre un mejor sitio para eso que el Madrid". Y el introvertido Owen fichó por el club de Florentino Pérez por 12 millones de euros.