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Columna
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El ombligo

Lope de Vega definió satíricamente a Madrid como "famoso ombligo de España". Pero ahora mismo España está plagada de ombligos más o menos famosos e interclasistas. Con la capital compiten miles y miles de tripas, algunas esplendorosas, otras no tanto. Las mozas (y algunas señoras osadas) lucen, en tropel, blusillas que dejan el ombligo al descubierto y sugieren atención libidinosa a partes más esotéricas de la anatomía. También se han apuntado a esta moda frágiles mancebos y pandas de jóvenes asilvestrados que gustan de ir por ahí dando el cante con argollas en la cicatriz umbilical y síntomas de harina en las narices. No viene mal a Madrid dejar de mirarse tanto el ombligo y observar el de los demás. Estas cosas dan amplitud de miras y un toque de lascivia.

Adán y Eva eran muy raros, prácticamente extraterrestres: no tenían ombligo. Quizá por eso les pasó lo que todo el mundo sabe. Nosotros, sin comerlo ni beberlo, pagamos las consecuencias de aquella ausencia y tenemos que sudar para salir adelante. Aquí hay tomate. De hecho, el término "tomate" viene del náhuatl, que significa "ombligo". Esta palabra es también fundamental en el hinduismo: del ombligo del dios Visnú brotó una flor de loto que luego parió a Brahma. Cuzco, en idioma quechua, quiere decir "ombligo del mundo". Estamos hablando de cosas serias, pues.

Te pueden tocar las narices o incluso la entrepierna en un altercado, pero nunca permitas, ciudadano, que te toquen el ombligo, ese contacto perenne con la madre que nos parió. Desde esta perspectiva, lo de llevar el botón umbilical a la intemperie tiene un punto de frivolidad temerario.

Además, la pertinaz exhibición de ombligos provoca en espíritus sensibles continuos ataques de ansiedad, desatino y pensamientos obscenos. Se rinde menos en el trabajo, la vista se alborota y muchas parejas tienen broncas fenomenales por estos motivos. No puedes mantener una conversación dos minutos sin que los ojos escapen como dardos tras un ombligo en flor. Alá está que brama, Yavé está que trina, Dios Padre está perplejo. Visnú, feliz.

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