Cálculo de improbabilidades
VIVA, AUNQUE recuperándose de la última crisis y sabedora de que la siguiente no está muy lejos, y por ello joven y renovada, y por ello fragmentada y dispersa y por ello muchas, demasiadas, veces incipiente, aunque casi siempre estimulante. Así sobrevive nuestra historieta. Es por eso por lo que hay sorpresa y no la hay en la aparición de la esperpéntica La saga de Chaves (Glènat), de Alfonso López, sobre un argumento de Manel Fontdevila, o del segundo y último volumen de la biografía, enamorada y seductora, de la fotógrafa italiana Tina Modotti (Sins entido) realizada por Ángel de la Calle. Son libros que indican que más allá de la inanidad industrial aún hay autores que se arriesgan en busca de un potencial público diferente, el mismo que puede saborear la intensidad expresiva de Rubén Pellejero en El vals del gulag (Glenat) o la madurez de Roco Vargas: paseando con monstruos, de Daniel Torres, publicado por Norma.
Ese posible y probable lector de imágenes que sabe disfrutar con la distorsión de una perspectiva, la intensidad de un trazo o la invención de un mundo gráfico y que no busca en las viñetas sólo, aunque también a veces, acción, evasión y mitigar la nostalgia puede encontrar en las páginas del libro colectivo Lanza en Astillero (Sins entido), ejercicio de variaciones sobre el Quijote y seductor catálogo de estilos, capacidad expresiva, conocimiento del lenguaje, reflexión y disfrute de sus diferentes autores ante el reto de plasmar su grafismo en narración. Este libro así como el decimotercer y último número de la revista Tos (Astiberri) ofrecen una buena panorámica sobre la creación de los autores más jóvenes de nuestra historieta, como Andrés G. Leiva, Santiago Valenzuela y Luis Durán, que junto a Alberto Vázquez, Miguel Brieva y Quim Bou, ya acumulan un pequeño pero recomendable bagaje de obras. Más allá, entre la autoedición y la publicación independiente o alternativa aparecen títulos como Fanzine Enfermo, Bdbanda, Dos Veces Breve, Dinero..., que siguen los pasos de la ya clásica y aún imprescindible revista Nosotros Somos los Muertos, que en su último número publica una historieta de Guillem Cifré, veterano autor que en el libro ArtFobia (Sins entido) nos obsequia con una auténtica exhibición de imaginación y originalidad gráfica.
El género humorístico alimenta el único segmento de esta industria historietística, que merece el nombre de tal. Ahí están los álbumes superventas de Ibáñez, la continuidad de Jan y su personaje SuperLópez, TMEO como revista alternativa de larga trayectoria y, sobre todo, El Jueves y su hermana adolescente Mister K, de suerte incierta pero que ya nos ha dejado dos divertidos libros: Harry Pórrez y el misterio del Santo Grial, de Bernardo Vergara y guión de Enrique Carlos, y Carlitos Fax, de Monteys.
Por otra parte, la discontinuidad de la industria provoca el rescate de creaciones llenas de interés como Paracuellos, de Carlos Giménez, o las que firman, entre otros, Miguel Calatayud, Luis García, Pedro Espinosa y Manel Fontdevila. Aunque el mejor viaje en el tiempo sea sin duda el que ofrece Cuando los cómics se llamaban tebeos. La Escuela Bruguera 1945-1963 (El Jueves), de Antoni Guiral, que une al cuidado estudio editorial la posibilidad de gozar con una acertada selección de historietas publicadas en unos años de renacimiento para este medio que ahora se afana en su desafío a la improbabilidad.
Pepe Gálvez es guionista y especialista en historieta.
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