Wariner se acerca a Michael Johnson
El estadounidense, de 21 años, domina los 400 metros como un veterano y baja de 44 segundos
Cualquiera diría que Jeremy Wariner es un veterano de las pistas. Campeón olímpico y campeón mundial de 400 metros, una prueba que exige conocimiento y madurez. Y es verdad que corre como un experto. Se mueve con una precisión científica, calculando el esfuerzo, la velocidad, el equilibrio para manejarse en la carrera asesina, la que más ácido láctico produce en el organismo de los atletas. O sea, veneno para los músculos. Wariner seguro que lo sufre, pero no lo parece. Mientras los demás cuatrocentistas se agarrotan, Wariner mantiene la figura, la frecuencia y el rostro impenetrable debajo de sus gafas negras. Con la cabeza rapada al uno, sin descubrir la mirada, parece un chico duro de la generación de Eminem.
Wariner sólo tiene 21 años. Es lo más sorprendente en un atleta que, en realidad, sólo cumple su primer curso en el atletismo profesional. Ganó los Juegos de Atenas cuando cursaba su segundo año en la Universidad de Baylor (Texas). No fue por casualidad, desde luego. Dominó cada gran carrera, frente a sus rivales universitarios y ante los profesionales. Ganó la medalla de oro, saltó al campo profesional y se mantuvo en la órbita de Michael Johnson y Clyde Hart, los dos hombres más decisivos en la reciente historia de los 400 metros. Johnson ha sido el rey de la pista. Campeón olímpico y mundial, autor de récords fabulosos. Hart fue su maestro, el tutor que le enseñó los secretos de la distancia en Baylor. Ahora se han unido para dirigir a Wariner, uno como entrenador (Hart), el otro como agente (Johnson).
Está en las mejores manos, desde luego, aunque no es suficiente para explicar los éxitos de Wariner. Hace dos años estaba por debajo de Darold Williamson, campeón del mundo junior, también estudiante en Baylor, un portento físico destinado a conquistar los 400 metros. Wariner no tenía el mismo aspecto arrollador. Flaco, no demasiado alto (1,81 metros), blanco en una prueba dominada desde hace décadas por atletas negros, no tenía el rango inicial de Williamson. Sin embargo, ningún atleta de su generación ha comprendido con tanta exactitud una distancia que parecía estancada tras la retirada de Michael Johnson.
Wariner no recuerda físicamente a Johnson. La similitud está en la manera de enfrentarse a la prueba, con una interpretación perfecta. En la final de Helsinki corrió una carrera. Los demás, otra. Wariner se movió como un reloj, sin entrar en crisis, con su alta frecuencia de zancada -en eso se parece a Johnson- y su facilidad para no exprimirse donde no debe. En la segunda curva cobró la ventaja decisiva. Entró en la recta con dos metros de ventaja y nadie se atrevió a acercarse. No podían. Wariner les había manejado como muñecos. Entró con una ventaja casi sideral, bajó por primera vez en su vida de 44 segundos (43,93) y consolidó la idea que dejó en los Juegos de Atenas: algún día se acercará al récord de Michael Johnson.
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