Alfredo Corvino, maestro de ballet
El ex bailarín y reputado maestro de ballet uruguayo Alfredo Corvino murió el pasado día 2 a los 89 años, en el hospital Roosevelt de Nueva York, ciudad en la que vivía desde hace más de seis décadas.
Corvino fue, desde siempre, el maestro de cabecera de Pina Bausch. Se habían conocido cuando la alemana, muy joven (entre 1959 y 1962), fue a estudiar en Estados Unidos, y se han mantenido unidos hasta la muerte del maestro, que acudía cada año como profesor invitado a Wuppertal y acompañaba a la compañía en sus giras internacionales. Durante más de cuarenta años fue catedrático de ballet de la prestigiosa Julliard School.
Maestro de varias generaciones y de importantes figuras del ballet y la danza moderna tanto de América como de Europa, Alfredo Corvino gozaba de un enorme y consolidado prestigio, además de haber ejercido una notable influencia a través de la autoridad que le conferían su experiencia y calidad didáctica. Con un carácter firme a la vez que afable, era literalmente adorado: quienes tomaban sus clases ya no podían ni olvidarle ni dejarle; transmitía un antiguo concepto de la clase de ballet como acontecimiento diario y sagrado, ligada íntimamente a la interpretación escénica y a la creación. Así aparecía en el salón de trabajo con su fino bastón negro, un detalle típico del maitre de antaño, con el que marcaba el ritmo de los ejercicios.
Era un entusiasta del método de Enrico Cecchetti y había recibido tal instrucción directamente de Margaret Craske, con quien Corvino estudió en los días del efímero Metropolitan Opera Ballet que fundara Markova, y donde Craske era asistente.
También recibió en esta época clases de Anthony Tudor, lo que despertó su interés por lo teatral en el ballet. Otros maestros que le formaron fueron Anatole Vilzak, Borís Romanoff y Alexander Gavrilov. En 1952 crea, por iniciativa de Tudor, la cátedra de danza en la Julliard.
Había nacido en Montevideo el 2 de febrero de 1916, y sus primeros estudios artísticos fueron los de violín con su padre, miembro de la Orquesta Filarmónica de Montevideo; después entró en la Academia Nacional de Ballet, donde fue discípulo de Alberto Poujanne. Al graduarse, pasó a integrar el Ballet Nacional de Uruguay.
En su juventud se integró en la compañía del coreógrafo expresionista alemán Kurt Jooss en sus giras por América Latina; después formó parte del Ballet Russe de Montecarlo, hasta que se alistó en las Fuerzas Armadas norteamericanas en 1945; en aquella época sus papeles preferidos fueron El espectro de la rosa, Pájaro azul y Carnaval.
Dio clases toda su vida junto a su esposa, Marcela Rubin, que murió en 2004. Sus dos hijas, Andra y Ernesta, son reputadas maestras de ballet en Nueva York; su hermana Marcella, desaparecida en 2004, también enseñaba ballet. En 1964 fundó el New Jersey Dance Theatre Ensemble (que dirigió durante 10 años), y en 1968, The Dance Circle, su propia escuela, que estuvo activa hasta 1993.
Como señala Ann Kisselgoff, Corvino recomendaba a sus alumnos, ante todo, "visitar el Museo Rodin y estudiar a Leonardo da Vinci, una visión humanística y amplia de la danza".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.