Delitos y faltas
¿Por qué un alto ejecutivo (Brendemühl), rico, aún joven y poderoso, inmediatamente después de firmar el contrato de venta de su vida, huye corriendo, sale a la calle y, tras encontrarse con un anónimo repartidor de pizza, saca una pistola y le vacía el cargador en las entrañas, sólo para suicidarse él mismo a continuación? Tan extraño comienzo, digno de un gran filme criminal, estructura la primera parte de este absorbente, entretenido aunque también de a ratos pelín previsible Vorvik, debú en la realización del escritor y guionista José Antonio Vitoria. Hay que apuntar en la cuenta del narrador, además del pulso y el cuidado con que está rodado este comienzo, la voluntad, no siempre habitual en las películas de exordio, de construir un artefacto que vaya siempre un punto más allá de lo esperado: en una palabra, que intente sorprender al espectador donde menos se lo espera.
VORVIK
Dirección: José Antonio Vitoria. Intérpretes: Fernando Guillén Cuervo, María Valverde, Amparo Larrañaga, Ramón Madaula, Roger Pera, Álex Brendemühl. Género: drama criminal. España, 2004. Duración: 100 minutos.
Adaptación de la novela De las cenizas, de Guillermo Galván, el filme mezcla, no siempre, por desgracia, con la habilidad requerida una trama criminal (dilucidar el por qué Brendemühl ha disparado contra alguien a quien no conocía; y más aún, por qué se ha suicidado en la cumbre de su carrera profesional) con una historia del pasado, el reencuentro entre dos antiguos amantes (Guillén Cuervo y Larrañaga), en medio de los cuales, y de improviso, se interpone la hija de ésta (Valverde)... que, para complicar un poco más las cosas, es la heredera de Brendemühl. Todo es un poco misterioso en este reencuentro, entre otras cosas, porque quien lo propició no es otro que el muerto repentino; y porque mal nos podemos imaginar el pasado de la pareja, con sus sueños de cambiar el mundo, con el vidrioso presente del muerto y de su mano derecha en el proceloso mundo de los negocios (Madaula).
Vueltas de tuerca
Con estos ingredientes, Vitoria hace avanzar una narración plagada de secretos, retruécanos e inesperadas vueltas de tuerca, en la que se dan la mano (y a veces también de tortas) una trama de ingeniería genética con una historia detectivesca, por mucho que el detective lo sea muy improvisado (un clásico de este tipo de ficciones), y que, en el curso de sus más bien erráticas investigaciones, tendrá más de un tropiezo y alguna mayúscula sorpresa, sobre la que el lector agradecerá seguramente no ser advertido.
No siempre las cosas casan, algunas se ven venir desde lejos (uno de los problemas de una estructura que reposa casi íntegramente sobre la sorpresa) y la descripción de ambientes, entre el desclasamiento y el mundo de las altas finanzas, no resulta demasiado rica, que digamos. Pero la película se deja ver, aunque sólo sea por el oficio de todo el elenco y el especial desparpajo de Valverde, que emplea su trabajo para subir un peldaño más en la súbita fama que le deparó, con toda justicia, su participación en La flaqueza del bolchevique. Puede dejar una cierta insatisfacción, le falta un mismo tono narrativo homogéneo; pero en general se deja ver y su diseño de producción parece, en la pantalla, un punto más elaborado de lo que nos tiene acostumbrados este tipo de películas.
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