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DÍAS DE OCIO

Siquier trae al Retiro sus tramas silenciosas

El palacio de Velázquez exhibe muchas de las mejores obras del artista argentino

El palacio de Velázquez, enclavado en el corazón del parque del Retiro, expone hasta el 12 de septiembre una muestra del pintor argentino Pablo Siquier, en la que los acrílicos sobre tela y los vinilos inscritos en los muros componen los formatos preferidos para la expresión de su arte, signado siempre con la abstracción del guarismo.

Un mural de 54 metros de longitud por 4 metros de altura recibe al visitante en la sala central diáfana de este palacete. Pese a haber sido ideado por el arquitecto burgalés Ricardo Velázquez Bosco en el año 1887, su sabia combinación de paramentos de ladrillo, estofados de cerámica, vigas roblonadas y techos de cristal emplomado le asegura, todavía, destellos frescos de una modernidad urbana-industrial inmarchitable. Precisamente por ello, el palacio es escenario idóneo para albergar la obra de Siquier, indisociable de su expresión como arte asentado sobre una trama ciudadana y socioindustrial, en cuyo trasunto algunos han visto evocada la capital porteña.

Así, el amplísimo mural que preludia la muestra se caracteriza por una combinación aparentemente caprichosa de puntos, focos, líneas, ondas, orlas, flecos y tramas, que sugieren balizamientos de aeropuertos, polígonos industriales, raquetas viarias y otras cien configuraciones más: todo ello se despliega con una disposición limpia y aséptica, elemental y minuciosamente diseñada como si de una planimetría topográfica se tratara; pero con la particularidad de que su exhibición muestra una equidistancia precisa entre el orden y el caos.

Su entramado permite, sin embargo, columbrar la existencia de una pauta invisible -pero presente, como un latido- que trabara la obra, pero que el artista bonaerense ocultara al espectador en un juego-desafío para replegarla hacia su intimidad más profunda.

Progreso y desmontaje

La dificultad con que el espectador tropieza para hallar la clave escondida del juego de Siquier reside en que sus obras expresan la contradictoria conjunción de un progreso hacia la complejidad de los elementos en presencia y el de un desmontaje premeditado de cualquier posibilidad de que la obra exhiba algún relato. Asistimos pues a una cierta forma de deshistorización. En las primeras obras del pintor argentino, Siquier expresaba creaciones donde el color vivaz coexistía con la presencia de estelas geométricas al modo de mandalas, como las que se exhiben en una de las salas periféricas del palacio. Pero, poco a poco, el color ha ido desapareciendo de las creaciones de Siquier, al igual que los volúmenes, para dar paso luego a la aparición de poderosas aspas y segmentos cuya elementalidad recuerda a los perfiles de animales sagrados de los bajorrelieves babilónicos. La descarnada resta de atributos a su pintura se convierte en un reto conceptual en el que sólo perdura el perfil sombreado de segmentos vigorosos. No hay secuencias, ni relato, ni memoria. Sólo la fuerza de la contigüidad, la sinapsis, más la potencia del trazo nudo, del signo pues, que confiere a las obras de Siquier la entidad de un lenguaje silencioso, que invita a reflexionar y ensimismarse en el horizonte solitario de las formas.

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Pablo Siquier. Lunes a sábado, de 11.00 a 20.00. Domingos y festivos, hasta las 18.00. Entrada gratuita. Martes, cerrado. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Palacio de Velázquez (junto al palacio de Cristal). Parque del Retiro. Metro Ibiza.

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