Nacida para estrella
Decía el Nobel Octavio Paz que María Félix nació dos veces: cuando sus padres -un indio y una española- la engendraron y cuando se reinventó a sí misma. Y es que la actriz -la décima de 12 hijos-, que llegó al mundo en 1914 en Álamos (Sonora), se convirtió con los años en un monumento nacional de México.
En 1942 se estrenó su primera película, El peñón de las ánimas, después de que un hombre la abordara por la calle y la convenciera de que debía dedicarse al cine. Y de este modo, con 28 años, cogió impulso y no paró. "No me siento ni diva ni una estrella, porque no hice nada para serlo, nací así", argumentaba sin reparo alguno.
"¡Es la Bárbara que yo escribí!", declaró en 1943 el escritor Rómulo Gallegos cuando María Félix entró en la historia por su magistral interpretación en Doña Bárbara, basada en su libro. La artista vivió el gran instante del cine mexicano en los años de la II Guerra Mundial -María Eugenia, Enamorada - antes de probar suerte con cineastas europeos. No se sentía demasiado conforme con sus trabajos en las cintas de Jean Renoir (French Can Can), Luis Buñuel (Los ambiciosos) o Richard Pottier (La bella Otero). Se jactaba de no haber terminado de ver sus 47 filmes y se permitió hacer ascos a Hollywood cuando le ofrecieron papeles de campesina india. "Yo no nací para llevar canastas", sentenciaba.
La belleza de Félix impactaba de tal modo que Jean Cocteau llegó a afirmar: "Tanta y tan intensa es su hermosura que duele". Se casó cuatro veces, una con el rey de los boleros Agustín Lara y otra con el gran Jorge Negrete.
Con La generala abandonó el cine en 1970. La muerte le sobrevino dormida en 2002. Justo el día de su 88 cumpleaños.
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