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Ciencia recreativa | GENTE
Columna
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Vaya plan

Javier Sampedro

El topillo de la pradera (Microtus ochrogaster) ha sorprendido a generaciones de zoólogos por su responsable comportamiento familiar, rayano en lo empalagoso. Las parejas son fieles hasta que las muerte las separa, e incluso después, porque sólo el 20% de los topillos incurren en segundas nupcias tras enviudar. Los dos cónyuges colaboran sin rechistar al cuidado de la prole, y suelen vivir con los suegros en paz y armonía. Asco les deben dar a sus primos de la montaña, los Microtus montanus. Estos topillos montaraces se parecen mucho a los de la pradera, pero son hoscos, viven enclaustrados en sus madrigueras individuales y engañan o abandonan cada dos por tres a sus malencaradas parejas, que de todos modos no derraman ni una lágrima por esa traición. Los machos, por supuesto, no cuidan de la prole, y las hembras tampoco es que se desvivan, toda vez que abandonan a las crías a las dos semanas de parirlas. No veas cómo son los primos ¿Cómo pueden dos especies tan cercanas comportarse de un modo tan distinto?

Si es usted infiel y desconfiado, no se moleste en ocultarlo: ambos rasgos se podrán deducir pronto de un vulgar análisis de sangre

Es sabido que hay verdades, medias verdades y verdades estadísticas, y Larry Young, de la Universidad de Emory, es uno de esos científicos propensos a desconfiar de la tercera categoría. En vez de echar al mismo saco a todos los topillos de la pradera -esa especie fiel, responsable y empalagosa-, Young se ha tomado la molestia de ponerle un detective privado a cada individuo concreto, y ha comprobado así que la buena fama de Microtus ochrogaster sólo es cierta como promedio: muchos topillos de la pradera son fieles y empalagosos, en efecto, pero otros son tan traicioneros y correosos como sus primos de la montaña. El lado oscuro vive en casa.

Young (Science, 10 de junio) ha podido determinar que la causa de esas diferencias entre individuos es un solo gen que evoluciona muy deprisa. El gen fabrica el "receptor de la vasopresina". La vasopresina es una hormona capaz de alterar el comportamiento, pero necesita acoplarse a un receptor situado en las neuronas para ejercer sus efectos. Los topillos que llevan una versión muy activa del gen tienen mucho receptor de la vasopresina en el cerebro, y por tanto son fieles y empalagosos. Los que llevan una versión poco activa tienen poco receptor y por tanto son traidores y malencarados. La versión de alta actividad predomina entre los topillos de la pradera -de ahí la buena fama de la especie-, y la de baja actividad es la norma entre los primos de la montaña, pero cada topillo es un mundo. ¿No les recuerda esto a otras especies animales? ¿A la especie humana, por poner un ejemplo tonto?

"Sí, ya estamos analizando el mismo gen en una muestra de mil personas para las que tenemos perfiles psicológicos", explica Young a este diario. "Esperamos determinar si las variaciones en el gen humano del receptor de la vasopresina se asocian con diferencias individuales de comportamiento. Miraremos también otros receptores cerebrales cuyos genes tienen la misma capacidad para evolucionar muy rápido, como el receptor de la oxitocina".

La oxitocina es una hormona muy interesante. Un equipo de economistas y psicólogos suizos demostró hace unos meses que una simple inhalación de un aerosol de oxitocina hace que la gente confíe más en los extraños. Y ahora resulta que el gen que fabrica el receptor de esta hormona evoluciona muy rápido, como el gen del receptor de la vasopresina. "Los humanos somos diversos genéticamente", dice Young, "y de ahí que todos tengamos una personalidad única".

Si es usted infiel y desconfiado, no se moleste en ocultarlo: ambos rasgos se podrán deducir pronto de un vulgar análisis de sangre. Pero tampoco vaya por las discotecas pidiendo la ficha genética a sus posibles presas. Si son igual que usted, los descendientes de ambos pueden inaugurar una nueva especie de topillos de la montaña en versión bípeda. Vaya plan.

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