Portugal se planta con el AVE
El Gobierno luso anuncia que no respetará el calendario de construcción de las líneas
La construcción de la red del AVE en Portugal, que incluye cuatro conexiones con España, es blanco de críticas en el país vecino. El proyecto, presupuestado en 15.000 millones de euros, es considerado "megalómano" por buena parte de los expertos, dada la situación crítica de las finanzas públicas y de la economía. El Gobierno, que tomó posesión en marzo, ya ha anunciado que no se respetará el calendario firmado con Madrid.
Los primeros datos preveían la entrada en funcionamiento de los tramos Oporto-Vigo en 2009 y Lisboa-Madrid en 2010. Pero antes de 2015 ninguna línea estará construida, según explicó el ministro luso de Obras Públicas, Mário Lino.
Ninguna línea estará construida antes del año 2015, según ha explicado el ministro luso de Obras Públicas, Mário Lino
La conexión entre las dos capitales es prioritaria, según fuentes cercanas al primer ministro, José Sócrates. Por eso, Oporto-Vigo será relegado para más tarde, pero el Gobierno tiene la intención de llevar a cabo esta línea. Sobre las otras dos conexiones con España (Aveiro-Salamanca, en 2015, y Faro-Huelva, en 2018), Lisboa no ha hecho comentarios oficiales, y se desconocen las reales intenciones de concluirlas. Varias fuentes coinciden en que no llegarán a hacerse o sólo volverán a plantearse más tarde. Lino dijo recientemente que es necesario "hablar y explicar" al Gobierno español la situación, y que presentará en septiembre un plan detallado de trazados, calendarios y formas de financiación de la red. En la cumbre bilateral de diciembre serán revelados nuevos acuerdos entre los dos países.
Para muchos expertos, ninguna de las líneas del AVE debería hacerse en Portugal. Dada la situación de las finanzas (el déficit público está estimado en un 6,83% del PIB) y el estancamiento de la economía en los últimos tres años, estas voces se preguntan si tiene sentido avanzar con proyectos de tal magnitud, que exigen enormes gastos para la construcción y cuya rentabilidad futura e impacto positivo en la economía no parecen estar asegurados. La otra mitad contesta que Portugal debe tener una estrategia para más de veinte años y que sólo una buena red de transportes paliará la situación periférica del país.
Esta polémica, que ha inundado la prensa y dominado varios debates parlamentarios, ha dividido incluso al Gobierno, provocando la dimisión del ministro de Hacienda, Luís Campos e Cunha, hace dos semanas, tras manifestar públicamente serias dudas sobre "la calidad de las inversiones" anunciadas. Estas críticas y dudas van dirigidas al AVE, pero también a la decisión de construir un nuevo aeropuerto en Lisboa.
Trece de los más destacados economistas lusos publicaron el pasado día 27 un texto en el Diario de Noticias, donde defendían que estos proyectos "podrán ser catastróficos para el país", porque "su mérito no ha sido debidamente demostrado por estudios creíbles". Los expertos destacaban que Portugal tiene un problema serio de "excesivo gasto colectivo", tanto público como privado, y que no tiene sentido incentivar más la demanda interna, sino apoyar sectores productivos que puedan ser competitivos en mercados internacionales para que las exportaciones sean la locomotora del crecimiento. Los trece temen que haya "emergido una corriente de pensamiento que cree que la superación de la crisis puede estar en la inversión en obras públicas, sobre todo si implican grandiosos proyectos apodados, de forma conveniente, de estructurantes". Los economistas concluían que estos proyectos acabarán agravando el problema del déficit.
El Gobierno contestó con otro artículo, en el periódico Expresso, titulado: "¿Y dentro de diez años?", firmado por el ministro de Economía, Manuel Pinho, que explicaba que, con la situación de las cuentas públicas, a nadie se le ocurriría no hacer una elección con mucho criterio de la inversión pública. Pinho citaba estudios "serios" sobre "el fuerte efecto multiplicador sobre el crecimiento de la economía" de la "inversión en infraestructuras de transporte" en un país periférico como Portugal. Citando varias veces el ejemplo de España, Pinho concluía que el país no puede aislarse de la red europea del AVE ni quedar paralizado, esperando la recuperación de las cuentas públicas: "España también inició el proyecto de alta velocidad en 1992, en una época en la que tenía grandes problemas, y eso no impidió su solución". Para "los críticos, en 2015 no tendríamos un solo kilómetro de alta velocidad, mientras España tendrá 10.000", finalizaba.
Pinho destacaba también que hasta 2009, el Estado sólo gastará unos 1.500 millones de euros con el AVE, porque las grandes obras en el terreno sólo se iniciarán después, cuando en principio ya estará superado el problema del déficit. Pero Lisboa espera dedicar, en breve, más dinero al proyecto, porque Bruselas integró la red portuguesa de alta velocidad en su paquete de 30 programas prioritarios en el marco de la red europea de transportes.
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