_
_
_
_
Cuando soy buena soy mejor | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Demasiado memo

Suena el teléfono mientras estoy en la cocina, preparándome el almuerzo. "¿Has oído a Bush, en su rancho, respondiendo en castellano a los periodistas cuando le han preguntado qué iban a comer él y el presidente de Colombia, Álvaro Uribe?". "No. ¿Qué ha dicho?". "Ha dicho 'carrrrrne". Como Juan es fidedigno, le agradezco el chisme y le digo que lo voy a usar. "Carrrrrne". Acojona. Es como que el conde Drácula te cuente qué va a beber. Casi se me quita el apetito, menos mal que hoy tocan tagliatelli con calabacín.

De quien iba a hablar en este artículo es de ese odioso personaje feminoide llamado Bridget Jones. De la mano de su autora, Helen Fielding, quien tuvo en cine la apariencia de polvorón histérico de Renée Zellweger ha regresado a las páginas de The Independent, el periódico británico en donde nació como columna diaria. Diez años después, quien fue el símbolo de la soltera voluntaria (pero no tanto), con obsesión por su carrera y los hombres a la vez, parangón de la emancipada culposa de los 90... Bueno, ha vuelto y no ha elegido precisamente un buen día.

Me toca muchísimo las narices Bridget Jones, que sigue anotando en su diario lo que pesa, los cigarrillos que ha fumado...

El jueves de su come back estuvo repleto de acontecimientos poco aptos para la ligereza de la ya no tan chica. En primer lugar, el lugarteniente de Ossama Bin Laden amenazó al Reino Unido con un baño de sangre si no se retira de Irak. Por otra parte, el asesinato en Basora del periodista Steven Vincent había puesto de manifiesto la desidia, cuando no complicidad, de las tropas británicas en su trabajo común con la policía iraquí, a la que se supone está entrenando, cuando en realidad le permite campar por sus respetos y pertenecer a las facciones chíitas más extremas, dejando a la población más indefensa que nunca. Por otra parte, crecen las quejas de las mujeres irakíes ante una Constitución que hará que retrocedan treinta años en sus derechos; exactamente igual a lo que sucedió en el Irán de Jomeini.

Por todo ello me toca muchísimo las narices Bridget Jones, que sigue anotando en su diario lo que pesa, los cigarrillos que ha fumado, las calorías y las copas. Tan sólo un par de alusiones, de una frivolidad escandalosa, al momento actual de Londres: cuando (ocupa un flat junto al canal) ve pasar lanchas con policías armados, y lo comenta entre dos alusiones a sus últimos polvos; y cuando se queja de que su madre (que diez años después ya debería estar muerta) ahora tiene otra excusa para molestarla con sus llamadas, es decir, la de preguntarle si está segura y no le ha pasado nada.

Da náuseas. Es un triunfo para The Independent que la Fielding (felizmente casada y con un bebé: no vayamos a creer que es como esa gorda de la Jones) haya regresado, después de cómo abandonó el periódico que le dio la gran oportunidad. Pero mayor revancha sería que la echaran, por obsoleta. ¿A quién le importa que Bridget Jones, que sigue sin haber conseguido un marido, esté en una edad en la que el Reloj Biológico empiece a solicitarle con urgencia la reproducción (sólo pensarlo me produce arcadas) de su especie? Aunque sólo fuera porque dio pie a Ally MacBeal, Bridget Jones no debería haber nacido. Pero si quiere seguir, que se vaya a otro planeta. En éste necesitamos a gente más auténtica. Diana de Gales ya no vive aquí.

Hay otro tipo de Heroína de Nuestra Era. Me refiero a esa mujer de 40 años y fiera belleza un poco guarrindonga que responde al nombre de Antonietta Sonnessa, la abogada de oficio que se ha hecho famosa de la noche a la mañana después de que le cayera en suerte la defensa de Hamdi Isaac, el etíope acusado de poner la bomba en la estación de Shepherd's Bush, y que se encuentra retenido en la prisión romana de Regina Coeli. Muy sensatamente, en una entrevista concedida al diario The Times la Sonnessa resume la línea de su defensa de lo indefendible: "Cuando le vi por primera vez no me dije que 'esta persona no puede haber cometido un crimen tan terrible'. No, me pregunté que quién había arruinado la existencia de este muchacho. ¿Cómo ha sido posible? ¿Quién se ha aprovechado de su estupidez?".

Hay mucha más profundidad en Antonietta que en Bridget y esos otros dos pájaros de ficción, pero con poder, llamados Tony Blair y George W. Bush. Quien, por cierto, un día de estos seguirá comiendo "carrrrne", pero con Aznar, en Crawford. ¿No habrá, entre sus terroríficos asesores, nadie que le diga que sería mejor apagar lo antes posible la barbacoa de Oriente Próximo?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_