La virtuosa disputa de tres jóvenes pianistas en Santander
La china Jie Chen, de 19 años; el italiano Alberto Nosè, y el alemán Herbert Schuch, de 25 ambos, compiten hoy en la final del Concurso Paloma O'Shea acompañados por Jesús López Cobos y la Orquesta Sinfónica de Madrid
Daba no sé qué verles ayer encerrados, ensayando duro, ajenos al sol de la bahía que entraba por los ventanales de la Escuela de Naútica, en Santander. Pero es que no podían dejar al capricho de la suerte lo que les ocurra hoy en la final del XV Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma O'Shea, a la que han llegado los tres después de dos semanas de competición en la que han dejado fuera a 16 colegas. A Jie Chen, china, de 19 años, a Alberto Nosè, italiano de 25, y a Herbert Schuch, alemán y de la misma edad que su colega Nosè, les llega la hora de la verdad esta noche (21.00) cuando se levante para cada uno de ellos la batuta de Jesús López Cobos, que les dirigirá a los tres junto a la Orquesta Sinfónica de Madrid.
Han sido arriesgados en la elección de sus piezas. Jie y Nosè tocarán el Segundo concierto de Rachmaninov, mientras que Schuch hará el Quinto de Beethoven, el mítico Emperador. Cada uno tiene sus razones: "En esta pieza de Beethoven hay una nueva idea para la forma de lo que deben ser los conciertos que supera el clasicismo de Mozart, la obra habla por sí misma", dice Schuch, que nació en Transilvania: "Por eso tengo estos colmillos, como Drácula", asegura con una socarronería muy saludable este joven intérprete con futuro, que vive en Salzburgo y luce un pelo rubio y revuelto que agradaría lo mismo a Mozart que a Beethoven porque le dan un aire inconformista y festivo al tiempo.
Nosè y Jie Chien han preferido a Rachmaninov: "Es más romántico y más delicado, me permite ser más libre, más intenso, va muy bien a mi modo de tocar. Ésta será la tercera vez que lo haga en público", asegura Nosè. "La respuesta es sencilla, adoro la pieza", dice la joven china. "La toqué por primera vez en Filadelfia con 15 años y desde entonces la llevo conmigo, crecerá conmigo", afirma la intérprete, que es la única de los tres que jura no haber pisado la playa ni un día y que ni siquiera sabe en qué consiste el primer premio. "No compito por eso, lo hago por mejorar", asegura.
Si gana, cosa que se sabrá el domingo a las 18.30 en la gala de entrega de premios, se llevará una gira mundial de tres años, incluyendo actuaciones en el Carnegie Hall de Nueva York y otras salas de relumbrón, 30.000 euros, un piano Kawai y un Rolex de oro. Pero no es eso lo que les mueve; tampoco la competencia entre ellos, eso menos. "Nos hemos hecho amigos los tres", dicen. "En un concurso no se compite con los compañeros, se compite con uno mismo", dice Schuch, y los otros dos asienten.
Creen que van cogiendo su madera de pianistas. Lo dictaminarán el público y el jurado de 12 miembros, que preside Antoni Ros Marbà, por supuesto, pero ellos tienen una idea de lo que debe guiarles, una fuerte convicción de lo que son los rasgos de un buen intérprete: "Los pianistas, ante todo, deben estar un poco locos", dice Jie Chen. ¿Y en qué consiste esa locura? "En la pasión por la perfección", responde la chica.
Sus compañeros también lo piensan, aunque no saben si van a ser capaces de llegar a los extremos de un Krystian Zimerman, un Sokolov, un Pollini... Paloma O'Shea sí cree que van por el buen camino, que este año habrá primer premio y que no ocurrirá lo de la edición anterior, que quedó desierta. "Hay un magnífico nivel. Cada vez los chicos jóvenes tocan mejor en todo el mundo. Yo creo que estamos ante una nueva edad dorada del piano", asegura la directora del concurso, al que este año se han presentado 210 intérpretes a escala internacional.
Al fin y al cabo, ella ha sido testigo de cómo ha evolucionado este mundo desde que creara la competición en 1972. "La primera edición fue nacional, pero la siguiente la convertimos en internacional porque el público se entusiasmó. Cuando acabamos la primera se vendieron 100 pianos en la ciudad; sólo por eso, por crear afición, mereció la pena", recuerda. Cree que el concurso ha puesto un grano de arena importante. "Es lo que hemos intentado, contribuir a que la música se modernizara en este país, y creo que algo hemos ayudado. En el mundo del piano, los intérpretes españoles estarán ya, dentro de nada, al máximo nivel europeo", afirma O'Shea.
Los médicos del instrumento
Trabajan en turnos de día y noche y ponen su botiquín al servicio del mejor sonido posible. Son los afinadores, los médicos de un instrumento delicado, sensible y exigente en sus mecanismos al que hay que tratar con cuidado y paciencia. Atshushi Ugai y Óscar Olivera han trabajado intensamente desde que llegaran el día 22 a Santander. Cuidan los Yamaha y se sienten parte de la competición a otro nivel, el de las marcas. "Un piano da mucho trabajo, sobre todo en este tipo de concurso, porque si existe cualquier fallo los intérpretes pueden elegir otra marca", asegura Olivera. Han adaptado el instrumento primero a las exigencias del clima, el ambiente y la sala; después, a las de cada pianista: "La humedad afecta a los ajustes y a la sonoridad, puede haber ruidos y fricciones", dice el afinador español.
También los compositores exigen. "No es lo mismo preparar un piano para Rachmaninov que para Beethoven. El primero necesita precisión en todas las teclas porque es muy poderoso en todo; Beethoven requiere más cuidado en la zona central", dice Olivera. Para esta noche, los tres finalistas han elegido un Steinway y van a dar mucho trabajo a Thomas Huebsch, su técnico. "Los que van a competir hoy son muy distintos y hay que preparar el piano para cada uno", afirma. Es cuestión de necesidad mutua, como asegura Peter Grote, de Kawai: "No podemos vivir el uno sin el otro, ni pianistas sin afinadores, ni afinadores sin pianistas". ¿Y tienen favoritos los doctores? Se escabullen: "Hemos estado en decenas de concursos y jamás hemos acertado al ganador", cuenta Grote.
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