El actor al que aburría el cine
Marlon Brando (Omaha, Nebraska, 1924) despreciaba la profesión y no se cansaba de repetir que si actuaba era por dinero. El éxito no siempre acompañó a sus más de 40 películas, pero muchos de sus papeles marcaron época: don Vito Corleone en El Padrino, Julio César, Paul en El último tango en París, el coronel Kurtz en Apocalyse now, Emiliano Zapata...
Recibió dos oscars, el primero por La ley del silencio (1954) y el segundo por El padrino (1973). Este último no quiso recogerlo en protesta por el tratado a los indios americanos, aunque luego escondió la estatuilla para que no fuese embargada cuando dilapidó su fortuna.
Brando no quería actuar en El padrino para no "glorificar a la mafia" y tampoco la Paramount aprobaba su fichaje, pero Coppola se salió con la suya. Quién iba a pensar que una de sus frases ("Le haré una oferta que no podrá rechazar") se convertiría en la segunda más célebre de la historia, según el American Film Institute.
Su amor por Tahití le llevó en los setenta a comprarse un atolón. Allí escuchaba ofertas y sólo lo abandonaba para llenar sus arcas. "El ritmo pausado de la isla acaba impregnándote", se excusaba. Ganó mucho dinero, pero también despilfarró mucho, y las deudas se lo comían todo. Una gran suma se fue en defender a su hijo Christian, que asesinó al novio de su hermanastra Chenneye, quien luego se suicidaría. Brando, con al menos once hijos -de sus tres esposas y varias amantes- confesó en el juicio, con lágrimas en los ojos, no haber sido un buen padre.
Declinó cuidarse y en 2004 murió a los 80 años en un hospital de Los Ángeles por problemas cardiacos y respiratorios derivados de su obesidad.
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