"Lo más demagógico es lo que vende más"
Su despacho austero y sencillo en la "sede nacional" de ERC, un hervidero de jóvenes activos y atractivos que abren puertas sin cesar como en La condesa de Hong Kong o en una de los hermanos Marx.
Pregunta. ¿Es usted emergente o divergente?
Respuesta. Divergente total. De toda la vida.
P. ¿De pequeñín también?
R. Siempre me gustó tener propia opinión, conocer directamente los hechos y luego disentir o encontrar complicidades.
P. ¿Disentía de sus padres?
R. Mi madre era catalanista y, digamos, de profundas convicciones religiosas. Mi padre era aragonés de tradición anarquista. Mi tío Saturnino Carod dio nombre a una columna anarquista. Estuvo 17 años en la cárcel tras la guerra.
P. Pero usted ya no cree en la lucha armada.
R. Creo en el voto y la palabra.
P. ¿Y cómo llega uno a ser la bestia negra de la derecha?
R. En eso soy más transversal, no lo soy sólo de la derecha, sino también de esos que se dicen de izquierdas pero, pese al siglo XXI, siguen teniendo una concepción medieval y uniformista de España.
P. ¿Nombres?
R. Mucha gente. Hay una tendencia exagerada a la simplicidad sin reflexión y análisis. Lo más demagógico es lo que vende más.
P. ¿Usted no se equivoca?
R. Soy una persona humana...
P. ¿Cuál es su mayor fallo?
R. ¿El mayor? Que digo lo que pienso. Pero aunque a la mayoría le incomode no voy a cambiar.
P. ¿Adora a Zapatero?
R. Tanto mi partido como yo somos personas serias, con sentido común. Se trataba de que el PP pasara a la oposición, y ahí estamos. Hemos vivido años de dogmatismo y fusión partido-líder-Estado. Zapatero es un hombre educado, civilizado, y el primer presidente no nacionalista español.
P. Defínase, por favor.
R. Soy un catalán de izquierdas independentista y no nacionalista. ¿Qué quieren los españoles? Que España siga siendo independiente. ¡Pues yo lo mismo! Que Cataluña sea independiente y tenga una sociedad más justa y más bienestar, cultura y equilibrio. En el siglo XXI, el Estado-nación no existe, no hay fronteras ni monedas... Lo que no decida Bruselas debemos decidirlo nosotros, no Madrid.
P. Pero ahora que las naciones no son lo que eran...
R. ¡Los Estados no son lo que eran! Europa vive dos procesos: cada vez más mundo, cada vez más Estados. Si la UE no nos admite como nación, seremos Estado.
P. ¿Sólo con el Estatut?
R. ¡No, con una Constitución! El Estatut es un paso adelante: lo que se puede hacer. El siguiente es la Constitución. Yo veo a Cataluña como un tren en marcha. Ahora que mandan los federales, vamos a por el Estado federal.
P. ¿Qué se hunde, pues? ¿La nación española o el Estado español?
R. ¡Inteligentísima pregunta! Lo que se hunde es cierta idea de España. Y si puedo contribuir modesta y pacíficamente a que se hunda del todo, lo haré.
P. ¿Habla español en la intimidad?
R. En la intimidad a veces es incluso mejor no hablar.
P. Los nacionalismos, ¿son todos freudianos?
R. La mayoría. Sólo tienen sentido en la medida en que necesitan a otros nacionalismos. Un nacionalismo agresivo siempre requiere uno defensivo. Pero yo ya estoy cansado de contar lo mismo, siento la fatiga de la pedagogía. Si en 600 años los españoles no han aprendido a decir Sabadell o Maragall bien pero dicen bien Schwarzenegger... No es que no nos entiendan; están en contra. Por eso soy cada vez más independentista.
P. ¿Pero qué es Cataluña?
R. Un país europeo que siempre ha destacado por su capacidad de integrar lo que viene de fuera.
P. ¿Un país mestizo?
R. Sí, cada vez más. Hay un tronco común, lo nacional catalán, resultado de la historia de una sociedad dinámica. Queda muy bien definirlo como mestizo. Pero si está tan bien el bilingüismo, ¿por qué sólo nos pasa a nosotros?
P. Hablar dos lenguas mola.
R. ¡Y cinco! Me dicen que hay que viajar y hablar idiomas. Y yo digo: aquí el que menos sabe, sabe dos. Y otra cosa: cada vez que voy al quinto pino, encuentro un catalán. Esa lucha es la historia de dos impotencias. Ni España ha sido nunca tan fuerte como para fulminar a Cataluña, ni Cataluña tan fuerte como para convertirse en Estado y poner fin a este...
P. ¿Matrimonio mal avenido?
R. Los matrimonios lo son por voluntad propia.
P. ¿Del mismo sexo, pues?
R. ¡Son legales también!
P. ¿Está cansado de luchar contra Madrid, entonces?
R. Gasto demasiada energía.
P. ¿Tomando distancia?
R. Tras constatar algo muy divertido: la prensa española de derechas y de izquierdas (alguna tiene todavía esa dimensión) dedica más artículos a lo identitario que la prensa catalana. ¿Quién tiene más problemas de identidad?
P. Así que ustedes lo utilizan de excusa para pillar.
R. ¡Somos catalanes pero no imbéciles!
P. ¿Se arrepiente de lo de la corona de espinas?
R. El especialista en coger coronas no soy yo. Si está mal, que no las comercialicen.
P. ¿Piqué es un buen catalán?
R. No quiero complicarle la vida, y si le elogio lo hago. Es un demócrata convencional europeo.
P. ¿Ronaldinho es un símbolo de Cataluña?
R. Es el símbolo de un club. Cataluña es más que un club.
P. ¿Rajoy es mejor que Aznar?
R. Parece que sí. Su problema es que la inercia del PP ha puesto al partido en la extrema derecha.
P. ¿Cómo es la política en trío?
R. Como su nombre indica, un lío. Pero tiene sus momentos de placer.
P. ¿Tiene algún fetiche?
R. El capitán Haddock. Lleva barba, como yo hasta hace unos años; fuma en pipa, como yo; dice palabrotas y le gustan las señoras y el whisky, como a mí.
P. Así que Carod Rovira es un vividor.
R. Como decía aquél: para cuatro días, aprovechemos.
P. ¿Su poeta favorito?
R. Muchos. Sobre todo, dos mallorquines, Blai Bonet y Rosselló-Pòrcel. A los 13 años me impactó tanto que lo copié a máquina y me puse el guión entre mis apellidos.
P. Un placer. Pensábamos que nos quitaría la cartera.
R. ¡No me tiren de la lengua!
La sabiduría irónica del 'botiguer'
Camisa de manga corta, ojos de botiguer que si puede te sisa el cambio. Josep Lluís Carod Rovira (Cambrils, Tarragona, 1952), filólogo de vocación y político independentista pero no nacionalista, según confiesa, es el hombre de moda. El hombre decisivo, según el PP, que lo aupó a la fama y ahora le acusa de querer hundir España. Él dice que lo que se hunde es sólo cierta idea de España, y que ésa contribuirá con todas sus fuerzas a hundirla del todo.
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