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El que no corre huye
Columna
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De noche en coche

Ahora que las carreteras se han hecho autopistas pintaditas para ir al baile de graduación, ahora viajar de noche está chupao. Y con los coches de ahora, esas máquinas interestelares con paneles de mando retroiluminados que son más completos que los del Enterprise. Ahora sí que se va a gusto en los coches, viendo cómo velozmente se acercan los pueblos, y cómo velozmente se van. Y esas luces suspendidas en el cielo que no son un ovni, no, son unas antenas o algo, pues parecen un ovni, no me digas que no, Gerardo. Bueno, también parecen el cielo de un belén bien curradito. Pero son antenas. O ese haz de luz, que eso sí que parece un ovni ovni y resulta que es el club escándalo que su propio nombre indica, que se ve desde Valdepeñas y eso que está Sierra Morena de por medio.

O ese haz de luz, que eso sí que parece un ovni ovni y resulta que es el club escándalo que su propio nombre indica, que se ve desde Valdepeñas

Y esas fábricas tubulares de color incoloro, siniestras moles en medio de lo oscuro, que si no fuera porque se dejan ver soltando bocanadas de humo más gris que ellas mismas por sus chimeneas, si no fuera porque fuman para avisar, no las veríamos hasta estar casi encima y diríamos ¡coño, Mad Max! Porque da la casualidad de que las construcciones que salen en las películas del futuro son muy parecidas a las fábricas fantasmales. Parece como si sólo las cosas intrigantes, viejas fábricas, cucarachas y algunas personas con una ceja levantada fueran a ser las supervivientes del planeta tras una catástrofe nuclear. Ya me imagino a la Tierra, agonizando como un abuelo cascarrabias, susurrándonos: pues ahora os fastidiáis, por no haberme cuidado, listos, que sois unos listos, aquí os quedáis, con lo más feo.

Todo esto da tiempo a imaginarlo porque vamos en bólidos silenciosos, que no aturden el pensamiento, sino que lo transportan con fluidez. Porque antes, acuérdate, el escándalo cada vez que ibas a pasar a un camión, con toda la carrocería traqueteando, el motor a tope de revoluciones, otro camión que venía de frente con un cartel de "Dios os guarde" y todos los ocupantes pisando el acelerador que sólo uno tenía como si fueran en troncomóvil. Y eso que entonces se viajaba de noche para no pillar el atasco, a ver si no nos coge la caravana, decían, y a mí caravana me sonaba a calavera, del miedo que daba.

Porque de día, con aquellos calores que sólo se podían ensombrecer pillando una camiseta con la ventanilla, que iba un trocito flap flap flap por fuera, no había quien viajara ni quien pensara en otra cosa más que en llegar.

Refresco del día: a eso de las tres y cuarto de la tarde, meterse en el coche con la familia y las ventanillas abiertas y recorrer unos cuarenta kilómetros, a poder ser por carretera comarcal y sin pasar de ochenta. Si tienen la suerte de tener un amigo o conocido con un camión destartalado de los que echan humo negro para que le preceda en el paseo, va usted a rizar el rizo. Si tiene usted dinero, contratarlo también vale. Luego, volver a la casa y a la vida normal usando todas las modernidades para el confort. Nunca olvidar, al poner el aire acondicionado a tope en el coche, que a la niña que va en la montañita del asiento de atrás se le puede quedar el toto escarchao. Que algún caso se ha dado.

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