El canto elocuente y sabio de José van Dam emociona en Peralada
En el Festival de Peralada (Girona) hay un público fiel que siente fascinación por las voces con auténtico carisma y no pierde ocasión de demostrarlo. Quedó bien claro ese entusiasmo lírico a lo largo del recital que el bajo-barítono belga José van Dam (Bruselas, 1940) ofreció anteayer en la iglesia del Carmen de la localidad ampurdanesa, acompañado por el joven pianista polaco Maciej Pijkulski. El canto elocuente de Van Dam, lleno de emoción y sabiduría expresiva, caldeó una velada que acabó con el público puesto en pie aclamando a los dos artistas.
Van Dam consagró su recital en Peralada al repertorio francés, con una primera parte dedicada al mundo de la canción y otra a la ópera. Triunfó en ambos mundos. El protagonista de filmes míticos como Don Giovanni, de Joseph Losey, y El maestro de música, de Gérard Corbiau, es un consumado actor, un artista de la palabra cantada que sabe traducir con extraordinaria elocuencia el valor de la poesía hecha música. Y lo demostró con creces en un recital de los que crean afición.
El cantante belga compensa, a sus 65 años, el inevitable rastro que el paso del tiempo deja en la voz con una depuración de sus recursos técnicos y un admirable refinamiento en los matices expresivos. Dejó constancia de esas virtudes en las canciones de Henri Duparc (L'invitation au voyage), Claude Debussy (Les ingénus) y Francis Poulenc (Le bestiaire), de una primera parte que cerró con una de sus creaciones, las Canciones de Don Quijote, de Jacques Ibert. En la muerte del hidalgo, Van Dam creó un clima de sobrecogedora intensidad que, en el último suspiro, quedó rota por los nefastos pitidos de un teléfono móvil.
La ópera caldea el ambiente mucho más rápido que el intimista mundo del lied. Y en las cinco arias de la segunda parte -Lakmé, de Delibes; Hérodiade, de Massenet; La jolie fille de Perth, de Bizet; Faust, de Gounod; y La condenación de Fausto, de Berlioz-, Van Dam echó toda la carne en el asador, bien secundado por Pikulski. Salió todo el carisma vocal y escénico del artista belga, en una lección interpretativa de las que no se olvidan. Por ésas y otras cualidades que nada tienen que ver, afortunadamente, con la pérdida de potencia vocal que impone el paso del tiempo, José van Dam triunfó en Peralada de forma memorable. Un grandísimo recital.
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