"Los políticos tienen miedo a gestionar el agua a largo plazo"

El ingeniero industrial y físico Enrique Cabrera Marcet (Villarreal, Castellón, 1948), catedrático de Mecánica de Fluidos de la Universidad Politécnica de Valencia, no duda en suspender la gestión del agua en España. ¿Calificación? "Entre un dos y un cuatro", apunta desde el Palacio Miramar de San Sebastián, donde participa esta semana en el curso de verano de la UPV La gestión sostenible del agua en el marco urbano.

Pregunta. ¿Cuáles son las claves de la gestión sostenible?

Respuesta. La única clave es la eficiencia. Vivimos en la cultura del despilfarro del agua. Esa cultura genera mucha contaminación, porque a más consumo, más contaminación. Para ser sostenible hay que ser eficiente. Hay que detraer la menor cantidad posible de agua para que perdure la biodiversidad. Hay que mejorar la red de tuberías para evitar fugas. Y hay que devolver el agua al medio natural depurada, con la misma calidad que se capta.

P. ¿Qué pasos es preciso dar para lograr esa eficiencia?

R. Es fundamental la educación y la sensibilización ciudadana. El ciudadano debe saber qué puede pasar a largo plazo si continúa con los hábitos y los modelos de desarrollo, por ejemplo urbanísticos, actuales. Si se le educa, toma conciencia del problema. Y el político puede actuar. ¿Por qué no actúa el político?

P. ¿Por qué?

R. Porque tiene unos ciclos electorales de cuatro años y no le interesa tomar decisiones que, a corto plazo, le resulten impopulares. Por eso insisto en la necesidad de que la gente conozca los efectos secundarios a largo plazo. En ese caso, el político no tendrá miedo a llevar a cabo una política sostenible, en vez de una política de promoción de grandes obras como la actual, que luce a corto plazo. Toda la imaginación se ha gastado en la ingeniería civil y no en realizar una buena gestión del agua.

P. ¿Cree necesario subir el precio del agua?

R. Subir el precio del agua con la única intención de que la gente reduzca el consumo es una solución transitoria, pero no sostenible. Yo prefiero hablar de pagar el agua de modo diferente.

P. ¿Cómo?

R. El ciudadano quiere un agua de calidad y eso tiene un coste. La cuestión es cómo se paga. Si se subsidia ese coste y, por ejemplo, una depuradora la paga Madrid o Bruselas, el usuario del agua, el ciudadano, no nota dicho coste porque no se refleja en su recibo, aunque lo paga a través de los impuestos. El problema es que el que está utilizando bien el agua está subsidiando al que la despilfarra.

P. Y usted defiende...

R. Que cada sistema autonómico, local..., se autoadministre sin recurrir a papá Estado. Si el usuario paga directamente, se hace más responsable del consumo. De lo contrario, se crea un círculo vicioso y perverso, y el que peor gestiona, es el que más subvenciones necesita. Pero cambiar la actual estructura de costes, como dice la directiva marco europea del agua y preconizamos los técnicos, supone pisar muchos callos.

P. ¿Cómo ve el futuro, si parte de la responsabilidad de educar al ciudadano recae precisamente en los políticos?

R. Cuando el PSOE llegó al poder en 2004, no se lo esperaba. Había hecho una oposición muy dura al trasvase del Ebro y, en su discurso, parecía que iba a variar la política de gestión del agua. Al final ha cambiado el trasvase por desaladoras, pero no educa a la gente, porque pretende demostrar eficiencia en dos años, antes de las próximas elecciones. Los políticos tienen miedo a que el mensaje de la sostenibilidad no llegue al ciudadano a corto plazo, a perder las elecciones y a que, encima, el que viene detrás se beneficie de ese mensaje.