Un monetarista estricto
El holandés Wim Duisenberg fue el primer presidente del Banco Central Europeo (BCE) y uno de los máximos defensores de esta institución como baluarte de la política monetaria independiente de los Gobiernos de la zona euro. No finalizó su último mandato para ceder su puesto al francés Jean-Claude Trichet, pero su labor al frente del BCE y en el lanzamiento y consolidación del euro nadie lo discutió en un momento de especial sensibilidad. Era enero de 2002.
Duisenberg era un monetarista en el sentido estricto del término y consideraba que la política monetaria debía perseguir como principal objetivo el control de la inflación, dejando al lado el crecimiento económico, y así lo propuso en las reuniones del Eurogrupo. Defensor a ultranza del Plan de Estabilidad en su primer formato, siempre mantuvo sus convicciones económicas, lo que dio credibilidad a la moneda común europea. Como monetarista, siempre quiso que las decisiones del BCE no estuvieran condicionadas por las finanzas públicas ni los déficit públicos de los Gobiernos de la Unión Europea.
Vivió una etapa paralela con Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, como los dos vigías de los tipos de interés a ambos lados del Atlántico. Mientras Greenspan solía ser un poco más condescendiente con la petición de los mercados, Duisenberg mantenía su tesis incluso en contra de éstos, si así lo requería la ortodoxia monetaria, aunque ello le granjeara algunas críticas a corto plazo. Trabajador, riguroso y serio, este político holandés, que fue antes gobernador del Banco de Holanda, era un buen gourmet y sabía apreciar el buen vino español. De buen trato y gran formación, siempre pensó que el euro tenía un gran futuro. Recientemente pronunció una conferencia en la Fundación Rafael del Pino, en Madrid, en la que defendió las mismas ideas sobre el euro.
Luis de Guindos fue secretario de Estado de Economía y miembro de la Delegación española del Eurogrupo.
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