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Crítica:FESTIVAL DE MÚNICH
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pasiones barrocas

La Ópera de Baviera, con sede central en Múnich, se ha convertido en los últimos años en una referencia mundial en lo que se refiere a la atención y tratamiento del periodo operístico barroco, tanto en las temporadas regulares como en su veterano festival de ópera en verano. Los dos títulos barrocos más recientes incorporados al repertorio barroco muniqués se han saldado con dos espectáculos excepcionales. El primero de ellos, La Calisto, de Cavalli, con una nueva edición crítica para la ocasión de la mano del joven y riguroso musicólogo español Álvaro Torrente y con dirección escénica del neoyorquino David Alden, se estrenó en mayo, con un éxito que estos días se ha revalidado en el Teatro Nacional; el segundo título, Alcina, de Händel, con dirección teatral del alemán Christof Loy, es aún más reciente y se presentó en el Prinzregententheater, ese hermano menor del teatro wagneriano de Bayreuth, en la segunda quincena de este julio, con una acogida que roza la apoteosis. Las dos óperas están dirigidas musicalmente de forma magistral por Ivon Bolton, con el grupo barroco de la Bayerische Staatsorchester

Llama la atención la frescura, el equilibrio de los dos espectáculos desde órbitas estéticas o teatrales muy diferentes pero con la base de unos repartos vocales totalmente satisfactorios y con la garantía de una orquesta y un director musical que saben lo que tienen entre manos. Con el trabajo de Alden, que tiene nada menos que cuatro óperas en cartel este verano en el Festival de Múnich, entra de lleno en La Calisto el espíritu hedonista y hasta erótico. Porque sensual a más no poder es Rally Matthews en el personaje que da título a una obra ambientada con un toque kitsch-Las Vegas, con despliegue de sentido del humor y con una fantasía que alcanza hasta el último de los figurantes. En este aire de revista cósmica se lucen cantantes como Véronique Gens, Monica Bacelli, Umberto Chiummo o Martin Gatner y está graciosísimo Dominique Visse. El público - juvenil en un porcentaje bastante elevado- se lo pasa en grande. Y Bolton saca oro puro de la orquesta, con una convincente aportación de los instrumentos de época.

Vida y sensualidad

En Alcina, Christof Loy, uno de los directores de moda en estos momentos, parte siempre de un tratamiento elegante de la escena. Elegante, pero comprometido con los afectos, dudas, fidelidades, sufrimientos y oscilaciones de los personajes. Está inmensa Vesselina Kasarova en el personaje de Ruggiero, sobresaliendo si cabe en la escena del tercer acto en la que se acompaña con una coreografía de estética militar. Y no se quedan a la zaga Anja Harteros, Verónica Cangemi, Sonia Prina, John Mark Ainsley o Deborah York. El público aplaudió -o pataleó de júbilo- todas y cada una de las arias, en medio de un constante alborozo. Un detalle: los personajes se están continuamente tocando, se están deseando, se están gustando. Y toda esa sensación de vida y sensualidad, acompañada de la realimentación positiva del buen canto, se transmite de inmediato a la sala.

El ejemplo de Múnich puede ayudar a salvar muchas de las barreras y suspicacias que levanta todavía hoy la ópera barroca en los públicos convencionales o pegados a la tradición romántica. Basta con hacer las cosas bien, con buenos cantantes, buscando la correspondencia imaginativa entre escena y foso, con respeto filológico pero sin militancias abusivas. Ya lo decía Machado: "el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas". Pues eso, en Múnich.

Anja Harteros, Deborah York y Verónica Cangemi, durante la representación en <i>La Calisto</i>.
Anja Harteros, Deborah York y Verónica Cangemi, durante la representación en La Calisto.
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