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Columna
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China se desvincula

Paul Krugman

La declaración efectuada el martes por el Banco Popular de China, anunciando que el yuan dejará de estar vinculado al dólar, fue concisa y poco informativa; cabría decir que inescrutable. Hay muchas probabilidades de que se trate de mero teatro pensado para comprar unos cuantos meses de respiro frente a las presiones proteccionistas del Congreso estadounidense. No obstante, podría ser el comienzo de un proceso que ponga a la economía mundial cabeza abajo, o con más precisión, cabeza arriba. Es decir, la rienda suelta que China ha estado dando a Estados Unidos, en la que la economía más rica del mundo ha estado obteniendo préstamos baratos de un país dinámico, pero todavía bastante pobre, quizá esté llegando a su fin. Todo gira en torno al sentido en el que fluye el capital. Normalmente, lo hace de economías maduras y desarrolladas a otras en ascenso, pero menos desarrolladas. Por ejemplo, buena parte del crecimiento de Estados Unidos en el siglo XIX lo financiaron inversores de Gran Bretaña, que ya estaba industrializada.

Ahora mismo, Estados Unidos es una superpotencia que vive del crédito, algo que creo que no sucedía desde que Felipe II gobernó en España

Hace una década, antes de la crisis financiera mundial de 1997-1998, los movimientos de capitales parecían encajar en el patrón histórico, ya que los fondos fluían de Japón y los países occidentales a los "mercados nuevos" de Asia y Latinoamérica. Pero en los tiempos que corren van al revés: el capital fluye de los mercados nuevos, especialmente China, hacia Estados Unidos. Este flujo ascendente no es la consecuencia de decisiones tomadas por el sector privado, sino resultado de una política oficial. Para impedir que el yuan suba, el gobierno chino ha estado comprando enormes cantidades de dólares e invirtiendo los beneficios en bonos estadounidenses. Una forma de captar lo extraña que es esta política sería pensar en qué impresión daría una política como esa en Estados Unidos, ampliada para equipararla al tamaño de nuestra economía. Es como si el año pasado el gobierno estadounidense invirtiera 1 billón de dólares de los contribuyentes estadounidenses en bonos japoneses a bajo interés, y este año estuviera dispuesto a invertir billón y medio de la misma forma.

Algunos economistas piensan que esta política aparentemente perversa está profundamente justificada. Yo creo que el gobierno chino dio por casualidad con ello al intentar protegerse de la crisis de 1997-1998, y que es reacio a cambiarlo porque la economía china ha ido bien. Es decir, los dirigentes chinos no quieren estropear el éxito. Pero las presiones contra la compra de dólares por parte de China están aumentando. Al mantener el yuan bajo, China está alimentando un superávit comercial que provoca una creciente oposición política en Estados Unidos y Europa. Y China, que sigue siendo un país pobre, está dedicando muchísimos recursos a acumular una pila de dólares básicamente inútiles en lugar de aumentar los niveles de vida. La cuestión es qué le sucederá a Estados Unidos si por fin los chinos deciden dejar de actuar de una manera tan extraña. El fin de esta orgía de compra de dólares conduciría a una rápida apreciación del yuan. Probablemente conduciría también a una caída drástica del dólar respecto a otras monedas importantes, como el yen y el euro, que los chinos no han comprado en igual medida. Esto beneficiaría a los fabricantes estadounidenses, al aumentar los costes de sus competidores.

Pero si los chinos dejaran de comprar todos esos bonos estadounidenses, los tipos de interés subirían. Lo cual sería malo para el sector inmobiliario; puede que muy malo, si la subida de los tipos de interés hace estallar la burbuja. A la larga, los efectos económicos de que China dejara de comprar dólares se nivelarían. Estados Unidos tendría más trabajadores industriales y menos agentes inmobiliarios, más puestos de trabajo en Michigan y menos en Florida, dejando el nivel total de empleo prácticamente igual. Pero como señaló John Maynard Keynes, a la larga, todos nos morimos. A corto plazo, algunos ganarían, pero otros perderían. Y sospecho que el número de perdedores superaría ampliamente al de ganadores. ¿Y las consecuencias estratégicas? Ahora mismo Estados Unidos es una superpotencia que vive del crédito, algo que creo que no sucedía desde que Felipe II gobernó España. ¿Qué ocurrirá con nuestra posición cuando China nos quite la tarjeta de crédito, si decide hacerlo? Es una historia que acaba de empezar. El primer día de la nueva política, el yuan subió sólo el 2%, no lo suficiente para que se notara la diferencia. Pero uno de estos días China dejará de comprar dólares y nos encontraremos viviendo tiempos interesantes.

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