El riesgo de ser árbol
Ante la actual campaña de destrucción de las zonas verdes y el arbolado urbano en Madrid y, como participante en la elaboración del Plan General respecto a estos espacios no me cabe otra responsabilidad que denunciar el acoso que están sufriendo y que afecta directamente a nuestra calidad ambiental, ya muy mermada por el número de obras existentes en la ciudad.
Es necesario recordar que desde la etapa de los ayuntamientos democráticos, nos existen antecedentes que ante la presión de los movimientos vecinales no se haya conseguido poner freno a este tipo de barbarie; permitan que recuerde el caso del aparcamiento en la calle de Álvarez de Castro (Distrito Chamberí) o incluso cuando se intentó vender el denominado Ciprés Calvo del Retiro.
En cambio, en los últimos años asistimos al mayor desprecio y, sin ningún tipo de pudor, se ha procedido a la tala indiscriminada. Son numerosos los ejemplos que se me vienen a la memoria y, entre ellos, cabe citar: ampliación del aeropuerto Madrid-Barajas, destrucción del Parque Urbano del Matadero, del Parque del Puente Toledo; en definitiva, el proyecto de cerramiento de la M-30 supone una agresión y desaparición de estos espacios.
Madrid se ha adecuado a los estándares de otras ciudades europeas, e incluso hemos superado el número de árboles por habitante. Pero lejos de utilizar factores cualitativos se utilizan cuantitativos, el patrimonio acumulado durante años se cambia por un árbol recién plantado, vulgarmente definido como palo.
Todos somos conscientes de la importancia del arbolado urbano, son muchas sus contribuciones, no se limita a los factores estéticos, si no que contribuye a la integración de la naturaleza en la ciudad, ..., al confort ambiental como regulador de las temperaturas. Pero, además, no podemos olvidar que con el envejecimiento de la población son muchos los ancianos que únicamente pueden sentarse a la sombra de un árbol para aliviarse de los calores estivales.
Los paseos arbolados son una tradición de nuestra cultura y no podemos renunciar a ellos; en serio peligro se encuentran los cedros del Líbano en el Paseo del Prado, quizás en breve correrán el triste fin que las acacias de Virgen del Puerto, sucumbir ante una sierra mecánica, esperemos que Fernando Terán sepa imponer cordura en este despropósito.- Olga Tarancón Rico. Madrid.
Estaba asomada a una ventana de mi casa y durante un buen rato estuve entretenida mirando como unos grandes abejorros se dedicaban a libar de unas flores que tiene un árbol situado frente a mi fachada, el cual casi puedo tocar con mis manos.
No tendría nada de extraordinario sino fuera porque vivo en un 4º piso, en la calle Embajadores, y este árbol pronto desaparecerá, junto a todos los demás, por las obras de construcción de un túnel que permitirá acceder más vehículos a la ciudad, más contaminación y, por supuesto, una gran pérdida en la calidad de vida de las personas que vivimos en la zona, a pesar de las bondades que nos vende el Ayuntamiento.
A estos árboles los conozco desde que era niña, ya que nos hemos criado juntos en el barrio y yo me pregunto ¿volveré a ver unos árboles tan hermosos como éstos? El Ayuntamiento promete que plantará más, pero ¿lo hará realmente?, ¿es necesario tanto destrozo? Yo creo que no. No nos merecemos nada de esto, ni las personas que vivimos en el barrio, ni en Madrid y, ni por supuesto, los árboles..
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