Homenaje a Ernesto Halffter
La personalidad, vida, carrera y espíritu del director Peter Csaba hacen de este humanista asombroso un personaje inclasificable. Ahora, en su nueva serie de Encuentros para Santander ideados por Paloma O'Shea, Csaba "ha descubierto" la Sinfonietta de Ernesto Halffter, del que se celebra -o debía celebrarse- el centenario de su nacimiento. Y ningún maestro más adecuado para estos pentagramas de felicidad y magisterio y también ninguna formación más idónea que la de estos estupendos jóvenes venidos desde los centros y academias de más significativo prestigio en el mundo musical.
Todo fue maravilloso: para empezar, la música de aquel joven veinteañero que asombró en la segunda década del veinte con esta Sinfonietta y otros sorprendentes pentagramas que hicieron comentar a Falla: "Este muchacho hace por intuición lo que a los demás nos ha costado años de trabajo".
La Sinfonietta sigue siendo una música viva, hermosa y tan personal como su autor. A través de una forma compromisaria de la sinfonía clásica y el concierto groso y de una organización instrumental e ideológica que hace sinfonismo de lo camerístico, se nos habla desde un tiempo español tan rico casi en notas como en versos: el de la generación del 27. Hispana en la raíz y en el destino, racial en las ideas y el lenguaje en todo momento universalista, Peter Csaba ha entendido este milagro halffteriano con tal propiedad y hondura que le devuelve su frescor y su verdad.
Al concluir su interpretación, sentí una hondísima alegría un tanto oscurecida por la pena de imaginar la alegría que habría sentido nuestro gran Ernesto y el aplauso con insistentes abrazos que habría tributado al maestro húngaro cuyos primeros alientos sonaron también en manos del pianista húngaro madrileño Nandor Emer, de la escuela de Ernst von Don Dohnnanyi (1877-1960), primer maestro en unión de un español que casi nunca se cita: Francisco Esbrí, de la escuela de Emilio Serrano, catedrático del Conservatorio de Madrid y pensionado en Roma (1915-1919). Antes de la Sinfonietta, el maestro Csaba hizo una transparente traducción del sexteto de cuerda, transcrito por él para una formación mayor, sobre Capriccio, de Richard Strauss, otro modo distinto y genial de entender el neoclasicismo, como las Bachianas brasileiras de Villalobos, una de las cuales, la número 9, para flauta y fagot, quedó bordada con primor por nuestro gran solista internacional Jaime Martín y el alemán Klaus Thunemann. La brava Anna Puig mantuvo el encanto sonoro y la bella dicción violística en el Quinteto KV 104, de Mozart, cuyo elevado vuelo brilló con particulares gracias en la voz de la soprano polaca Iwona Sobotka en el motete Exultete jubilate que concluye con el celebérrimo Aleluya.
Babelia
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