Vendo escalador
Los 'managers' abundan en el pelotón para desesperación de los directores
¿Quién decide más en la carrera de un corredor, su director o su representante? Es una pregunta retórica. Lo era hace una década, cuando en el ciclismo apenas había managers personales; lo es ahora, cuando sólo hay managers. Pero aunque sea retórica la responde José Miguel Echávarri, que antes era director y ahora es manager, pero no de corredores, sino de equipo, o team manager. "A los ciclistas jóvenes de ahora", dice Echávarri, "sólo les gusta hacer caso a quienes les dicen lo que quieren oír: qué guapo eres, qué mal te tratan, deberías cambiar de equipo, conmigo te irá mejor, deberías olvidarte de esa carrera y pensar en aquella..., es decir, en los managers".
Recuperándose malamente del crack del 98, que a golpe de EPO casi acaba con el ciclismo profesional, andan las estructuras de este deporte y en éstas aparece la figura del manager personal del corredor. O sea, que éramos pocos y parió la burra para la mayoría de directores deportivos del pelotón. Aun peor invento para los patronos, que parecen resignarse a lo intranscendente que resulta firmar contratos con figuras en ciernes. Y muchas dudas entre los ciclistas, que a estas alturas ya saben de compañeros que se han pillado los dedos pero que ven en la figura del representante la oportunidad de mejorar económicamente y de no quedarse sin equipo.
"He visto un fax en el despacho de mi director de equipo actual, en el que se leía una lista de casi 40 nombres repartidos por apartados: escaladores, esprinters y rodadores. Y en cada apartado, 10 nombres. Por eso he cambiado de representante y he buscado que fuera alguien que me trate de manera especial", reconoció uno de los ciclistas con más ofertas de cuantos corren ahora. "Yo lo dejaba todo en manos de mi hermano. De él me fiaba más que de nadie", recuerda Marino Lejarreta, figura en los años 80 del pasado siglo. "Creo que el ciclista necesita alguien a su lado, pero no sé si la figura del representante encaja en esa necesidad".
Marino viene de un pelotón diferente, del que apenas queda nada. Prácticamente como Txente García Acosta, que tampoco tiene representante: "No lo he necesitado. Siempre me he sentido valorado y tratado con cariño al negociar mis contratos y por eso llevo toda mi vida con Echávarri". Reconoce que empieza a ser un raro espécimen de ciclista. "Ahora parece que hay prisas por ganar dinero. A menudo a los jóvenes les calientan la cabeza", dice el ciclista de Tafalla.
El suyo es un caso parecido al de Paco Ventoso: "Lleva toda su carrera en el Saunier. Gente como ellos son cada vez más necesarios en este mundo", reconoce Josean Matxin, su director, para quien en el mundo de los representantes "hay de todo: Buenos, pocos; demasiados a los que te cogen ganas de enviar a freír espárragos, a él y al corredor que representan". Y jura decir la verdad. "¡Hay cada elemento! Yo, si es gente seria, que de verdad piensa antes en el ciclista que en sus ganancias, vale, pero de esos hay pocos", concluye.
Le da réplica Juan Carlos González Salvador, ex ciclista profesional, esprinter aguerrido que puede presumir de haber dado al Reynolds su primer triunfo profesional. Trabaja como representante, entre otros, de Valverde, y no entiende las quejas de Unzue en este periódico al respecto: "Ellos pagaron por fichar a Valverde medio millón de euros y les ayudamos a conseguirlo". Según él, molesta a los directores deportivos y a los managers de los equipos su figura porque "defendemos al deportista. Ojalá cuando yo corría hubiera tenido alguien que me aconsejara al lado". No, eran otros tiempos. Por eso ahora se preocupa de Valverde como de un hijo. ¿Pero, hasta que punto se entrometen los managers en funciones que le son ajenas?. "Siempre copiamos lo malo y ahora nos hemos traído esta moda del fútbol", advierte un patrón.
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