El infierno a 2.001 metros
Los camioneros del Tour duermen en cualquier sombra mientras los ciclistas le dan a los pedales. Nunca se quejan. Salvo ayer. Ayer, al mediodía, los camioneros del Tour no dormían la siesta en colchonetas tiradas por el suelo. Ayer los camioneros disfrutaban combatiendo la canícula en la meta, con una manguera, empapándose. Era una imagen insólita en una estación de esquí de los Pirineos, a 1.370 metros de altitud. Era una de las imágenes del calor del día. La otra era la de los corredores, bombas de calor ambulantes a 2.001 metros sobre el nivel del mar.
"No sé, no sé", decía Paco Mancebo, fábrica de sudor aún 10 minutos después de acabar la etapa. "Quizás ha sido el día del Tour que más calor he pasado en mi vida, pero entrenándome, no. Un día en el puerto de Mombeltrán, en Gredos, lo supera". Según datos del ministerio de Fomento francés, el momento de máximo calor lo sufrieron los ciclistas en la cima del col de Pailheres, 2.001 metros, estrecho hors catégorie, donde la temperatura ambiente era de 35 grados y el asfalto quemaba: 51 grados.
"Si ese calor se sufre en una etapa llana, en la que los corredores van a 40 por hora, no supone apenas problema, ya que la brisa que la velocidad genera acelera el proceso de evaporación del sudor y el cuerpo se refrigera", explica Ricardo Mora, fisiólogo de la Universidad de Castilla-La Mancha. "El problema es cuando se sube un puerto tan duro, a una velocidad que no supera los 15 kilómetros por hora y generando más de 400 vatios de potencia. En esos casos se reduce la pérdida de calor por convección y se multiplican los casos de fatiga por calor". Como demostró José González Alonso en Copenhague, cuando la temperatura corporal alcanza los 39,8 grados, el sistema nervioso hace sonar las alarmas y protege al organismo ordenando el cese del reclutamiento de fibras musculares para que la temperatura no siga subiendo. "A pie de puerto, su temperatura sería de 38,3 grados, y sería fácil que a muchos les subiera hasta casi los 40 grados", dice Mora.
Sin embargo, tampoco ante el calor hay igualdad en el pelotón. Los mejores generan menos calor interno, con lo que su temperatura sube menos y se cansan menos. "Eso es porque los mejores son los más eficientes", dice Alejandro Lucía, fisiólogo de la Universidad Europea de Madrid. "Normalmente, las tres cuartas partes de la energía que generan los músculos se transforma en calor. Así que cuanto más eficiente se es, cuanto más porcentaje de energía transforma un ciclista en trabajo mecánico, menos calor genera".
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