Una red inconexa y poco segura
Jordi Hereu, concejal de movilidad del Ayuntamiento en Barcelona comprueba sobre el terreno los problemas de la bici
"¿Y ahora, qué?"La pregunta se le ve en la cara a Jordi Hereu, concejal de Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona, en el cruce de paseo de Gràcia hasta donde llega el carril bici pintado en la acera de la Gran Via que empieza en Marina. La misma pregunta se podría hacer al otro lado del tramo central de la Gran Via, donde el carril bici muere súbitamente a la altura de Urgell. Porque cuando se trazó ese carril bici -tanto por un extremo como por el otro- no se pensó en cómo solucionar la conexión entre ambos. No se pensó entonces y se sigue sin buscar una solución.
El de Gran Via es un ejemplo de carril bici que además de estar sobre la acera, lo que es fuente de conflicto entre ciclistas y peatones, no resuelve la conexión de ambos extremos del Eixample, el distrito más transitado por los cientos de ciclistas que utilizan ese vehículo para sus desplazamientos. Un número de usuarios que es objeto de contaje desde el pasado mes de mayo para actualizar los últimos cálculos de unos 20.000 diarios.
En Barcelona, unas 20.000 personas se desplazan a diario en bicicleta
El paseo con el edil empieza en la confluencia de la calle de Tarragona con la plaza de Espanya, una plaza complicada para atravesar y que ha empeorado desde el inicio de las obras en las Arenas. De allí al Paral-lel. Carril bici segregado sin excesivos problemas en los cruces de las calles que bajan a la avenida, pero con un lío importante en algunas intersecciones. En la de Calàbria, por ejemplo, el concejal experimenta la prepotencia del vehículo sobre la bici cuando pasa con el semáforo en verde y un turismo impone la ley del más fuerte.
La situación es la siguiente: el semáforo de la bici -sólo hay uno en cada extremo del cruce que no puede ser visto por los coches que lo atraviesan- está en verde. De forma simultánea también lo tienen los coches que bajan por el Paral.lel y se quieren incorporar a Calàbria. El resultado es que los vehículos -incluidos los autobuses de línea que hacen ese giro- se encuentran con el paso de los ciclistas. El susto -y no pocas caídas- está asegurado. ¿No sería mejor cambiar la frecuencia de paso de las bicis para no coincidir con los giros? "Está claro que el paso de las bicicletas no está bien resuelto", concluye el edil después de observar varias veces los cambios semafóricos del cruce, en el que, además, faltan semáforos indicadores del paso de bicicletas.
El del Paral.lel fue uno de los primeros carriles bici segregados de Barcelona. Una ciudad que hace una decena de años empezó a promover campañas a favor del uso de la bicicleta. Ahora la ciudad tiene 124 kilómetros de carril bici, según las cuentas del consistorio, pero discutidas por las entidades del sector, que sostienen que son muchos menos.
La conexión de muchos de esos carriles no existe, y hay demasiados encima de las aceras. Esta opinión es defendida por muchas entidades que promueven el uso de la bicicleta y que son partidarias de pacificar el tráfico de la red secundaria de calles. Las bicicletas podrían circular por la calzada, con el resto de los vehículos si éstos no superaran los 30 kilómetros por hora. Ese es el criterio. "Además, hay un problema de falta de cultura del uso de la bicicleta y de respeto entre todos", considera Hereu. Lo dice después de sortear a vehículos estacionados en los carriles bici de la calle de Diputació. Hereu se suma a la práctica de entrar y salir del carril bici, que a menudo se convierte en zona de carga y descarga o de taxis y vehículos que estacionan. "Esto no puede ser", murmura el concejal. ¿No sería más práctico segregar uno de los carriles bici de una de las dos calles y protegerlo con aparcamiento de vehículos o motocicletas, o con algo que impida la ocupación? Hereu comprueba en la calle de Provença que ese método -también aplicado en Enric Granados y Tuset- da más seguridad al ciclista, no molesta a los peatones y difícilmente puede ser invadido por otros vehículos.
La idea de segregar un carril bici en Consell de Cent o Diputació también ha sido propuesta por colectivos y entidades, como Ecologistas en Acción que, en general, defiende la segregación segura de los carriles y que estén en la calzada.
Pero segregar un carril seguro supone eliminar uno de circulación para el resto del tráfico, y es ahí donde la política del consistorio es tibia. "Hay que buscar una fórmula de equilibrio y mirar de no perjudicar a nadie", apunta, diplomático, el edil de Movilidad, que en menos de tres manzanas del Eixample ha tenido que esquivar una furgoneta que descargaba en el carril bici, ha visto un viejo Porsche aparcado sin el conductor y ha presenciado como un taxista ha parado en el carril bici a menos de 10 metros de la esquina.
¿Diagnóstico después del paseo? El edil cree que la política de crear kilómetros de carril bici para promover su uso en la ciudad ya no es suficiente: "Hay que completar la red y, sobre todo, buscar las fórmulas para que sea más segura no sólo para los ciclistas, sino para todos".
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