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Columna
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El mundo al revés

Dieciséis meses después de ser derrotado en las elecciones generales de 2004, el PP continúa su sedienta travesía del desierto: las autonómicas del País Vasco y de Galicia -celebradas en abril y junio de 2005, respectivamente- confirman su tendencia al retroceso. La sombra intimidatoria de Aznar, retirado a los cuarteles de invierno de la Fundación FAES como presidente de honor del partido, se proyecta sobre la capitidisminuida figura del presidente virtual del PP, deslegitimado en tanto que candidato perdedor y deseoso siempre de quedar bien con tirios y troyanos sin complacer ni a los unos ni a los otros. El conflicto creado por el presidente del PP en Cataluña, que apuntó públicamente con el dedo al secretario general y al portavoz parlamentario de su partido como símbolos de "una determinada etapa muy concreta que nos conecta con el pasado", ha sido solventado por Rajoy con la técnica de paños calientes propia de los templagaitas: tras apoyar desde Singapur con un enérgico puñetazo cablegráfico a los ofendidos Acebes y Zaplana, el líder del PP suspendió anteayer la reunión semanal conocida con el nombre frailuno de maitines para evitar roces entre los implicados en la bronca y almorzó luego mano a mano con Piqué.

Por si los tres sábados negros de junio (las manifestaciones del PP contra un escenario en que ETA abandonase las armas, contra la devolución a la Generalitat de los documentos incautados en 1939 como botín de guerra y contra los matrimonios homosexuales) no fuesen suficientes para señalar la deriva hacia la derecha clerical y autoritaria del principal partido de la oposición, los comentarios de Rajoy sobre la eliminación -el 6 de julio- de Madrid como candidata a la organización de los Juegos Olímpicos de 2012 y sus declaraciones acerca del atentado perpetrado -el 7 de julio- en Londres han estado marcados por el oportunismo y la vileza. Se diría que el PP ha decidido conformarse con el afianzamiento de su tradicional suelo electoral (en tiempos de Fraga nunca superó el 30%) a la espera de que los errores de Zapatero o alguna bienvenida catástrofe le permitan recuperar el poder; la apuesta, sin embargo, es muy arriesgada, ya que el aislamiento político de los dirigentes populares -ganado a pulso con sus mentiras sobre el 11-M, su fobia antinacionalista y su conservadurismo en materia de derechos civiles- les obligaría forzosamente a ganar los comicios por mayoría absoluta.

La idea de que la misión de la oposición es disparar contra el Gobierno a cañonazo limpio, venga o no a cuento y con el menor pretexto, explica la miserable acusación lanzada por Rajoy contra Zapatero como supuesto causante de la eliminación olímpica de Madrid en la penúltima votación. La costumbre de jugar con dos barajas y en dos tapetes a la vez es típica del ventajismo político: el viaje gratuito a Singapur del líder del PP y de la presidenta de la Comunidad -la presencia del alcalde Ruiz-Gallardón era obligada- da pie para sospechar que los dirigentes populares habrían reclamado la exclusiva del éxito en el caso de que Madrid hubiese sido elegida como sede de 2012. Pero si los juegos ofrecen márgenes para las bromas, las maniobras del PP para beneficiarse carroñeramente de los dramas causados por el terrorismo -en España o en el Reino Unido- son simplemente una infamia.

Rajoy ha desfigurado hasta la caricatura las analogías y las diferencias existentes entre el 11-M y el 7-J a fin de ocultar los hechos que desmontan las necedades, trapacerías y falsedades propaladas por los dirigentes del PP y sus periodistas cortesanos sobre el atentado de Madrid. El mundo -en todos sus sentidos- al revés: las semejanzas entre ambos crímenes prueban que el terrorismo islamista es su matriz común y despachan como una paparrucha la supuesta autoría intelectual de ETA. Las preguntas retóricas de Rajoy al comparar los dos atentados -"qué es lo que ha ocurrido, quién ha sido, cómo lo ha hecho y por qué no se ha evitado"- pretenden confundir a la opinión pública pero se vuelven en contra suya: la "etapa muy concreta" conectada para desgracia del PP "con el pasado" -Piqué dixit- son las 72 horas posteriores al 11-M utilizadas por Acebes -como ministro del Interior- y Zaplana -como portavoz del Gobierno- para tratar de engañar a los españoles con propósitos electoralistas.

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