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Kirguizistán vota por la reforma al elegir como presidente a Bakíyev

Los observadores alaban el gran progreso hacia la democracia

Kurmanbek Bakíyev, actual primer ministro y jefe de Estado en funciones, obtuvo una victoria avasalladora sobre sus cinco rivales en las elecciones presidenciales anticipadas celebradas en Kirguizistán el domingo. Con el 99,50% de los votos escrutados, Bakíyev, de 55 años, obtenía el 88,65%, según los resultados preliminares dados a conocer ayer por la Comisión Electoral Central. Los observadores, aunque con pegas, han avalado los comicios.

Le seguían el defensor del pueblo, Tursunbái Bakir-uulú, con el 3,91%, y el líder de la Unión de Industriales y Empresarios, Akbaralí Aitikéyev, con el 3,69%. Los otros tres candidatos, entre los que por primera vez en la historia kirguiza había una mujer, no superaban el 1%.

El gran porcentaje obtenido por Bakíyev puede hacer recordar las típicas votaciones de las otras repúblicas centroasiáticas gobernadas por regímenes autoritarios. Pero se trata de una impresión falsa: el caso de Kirguizistán es muy diferente. En estos comicios, provocados por la revuelta de marzo pasado que hizo huir al autócrata Askar Akáyev después de 15 años de permanencia en el poder, el gran apoyo recibido por el presidente en funciones se debe en realidad a que los kirguizos votaron por dos diferentes líderes unidos en una candidatura: por Bakíyev, representante del sur, región agrícola pobre donde los sentimientos religiosos islámicos son fuertes, y por Félix Kúlov, popular político que representa al norte del país, más próspero y menos religioso. Precisamente el acuerdo firmado por estos experimentados personajes -Bakíyev fue primer ministro y gobernador de la provincia meridional de Jalalabad, mientras que Kúlov fue jefe del servicio de seguridad y de la Policía, vicepresidente y alcalde de Bishkek, la capital- impidió que esta pequeña república de unos cinco millones de habitantes se dividiera y que los enfrentamientos se prolongaran.

Kúlov ocupará ahora el cargo de primer ministro, cosa que Bakíyev confirmó ayer, y el nuevo régimen impulsará una reforma constitucional que limite los enormes poderes del presidente y dé mayores facultades al Gobierno y al Parlamento.

El dictamen de los observadores internacionales, procedentes de más de cien países, coincidió en que estos comicios son un gran progreso hacia la democracia, pero que todavía quedan muchas deficiencias por subsanar: no hubo compra de votos, ni trabas a las campañas, ni interferencia estatal, si bien se detectó la manipulación de las listas de votantes para garantizar una participación superior al 50% del censo, exigida por la ley.

Bakíyev, que ayer volvió a cuestionar la presencia de tropas de EE UU en territorio kirguizo, afronta una difícil tarea: dar estabilidad al país después de la crisis desatada por la caída de Akáyev, desarrollar la economía, disminuir la pobreza (más de la mitad de la población sobrevive con menos de un euro al día), y terminar con el éxodo de la población no kirguiza, especialmente de los rusos.

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