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Más ahorro que inversión

Juan Ignacio Crespo

Hace un año la Reserva Federal de EE UU, decidía acabar con la prolongada etapa de dinero barato y comenzaba la subida de los tipos de interés de intervención. Desde entonces, y hasta diez días, la nueva política se ha sustanciado en que el tipo de interés al que se prestan entre sí los bancos norteamericanos por el plazo de un día pasaba del 1% al 3,25%. La rentabilidad media que en esos 12 meses han proporcionado los fondos de inversión en renta fija a corto plazo ha sido de 1,4% (si invierten en euros) y de 1,7% (si lo hacen en dólares).

Esas rentabilidades son tan magras, que la mayor parte de los partícipes de fondos han tenido que buscar alternativas para su ahorro, aun a costa de incurrir en riesgos más elevados.

Si se exceptúan los fondos de inversión garantizados, en los que alguna entidad solvente se hace responsable de que el partícipe recupere el 100% de lo que invierte (disminuyendo de esa forma buena parte de la incertidumbre ligada al proceso de inversión, al tiempo que dejando la rentabilidad al albur de la evolución de algún índice de Bolsa) la primera tentación tras abandonar el terreno de los fondos monetarios o de renta fija a corto plazo, la constituyen los de renta fija a largo plazo.

Malos augurios

Curiosamente, desde primeros de 2003, los augurios para este tipo de fondos no han dejado de ser malos. Y la lógica de esos malos augurios parecía impecable: puesto que los bancos centrales no tardarán en subir los tipos de corto plazo, los de largo también subirán, provocando pérdidas en las carteras de renta fija constituidas con antelación.

Pues bien, una de las muchas paradojas de la inversión en estos dos últimos años ha sido el fracaso de pronósticos como éste, que parecía tan sensato. Y es que, desde hace un año, los tipos de largo plazo no sólo no han subido sino que han estado bajando. Un fenómeno como éste (que bajen los tipos de largo plazo cuando están subiendo los de corto) resulta tan extraño e improbable, que hay que remontarse hasta 1971 si se quiere hallar una situación parecida. Ello ha permitido que los fondos de renta fija a largo, en lugar de acumular pérdidas en estos 12 meses, hayan estado proporcionando beneficios, de 5,7% si la inversión la hacen en dólares y de 6% si es en euros.

Esta paradoja de los tipos de interés de largo plazo son los posos del té en que el mundo financiero trata de leer cuáles van a ser los acontecimientos futuros. Y la lectura más inmediata es la que se hizo en mayo de 2003, cuando se les vio como el síntoma más evidente de que las economías estaban a punto de entrar en un proceso de deflación (caída de precios que acompañaría a una fuerte recesión económica). Dos años más tarde no han aparecido síntomas de deflación, por lo que esa interpretación ha perdido casi totalmente su credibilidad. Otras lecturas se han sucedido desde entonces, aunque todas son aspectos parciales de una única evidencia: globalmente, el ahorro parece estar creciendo más que la inversión.

La inversión financiera a la que todo el mundo asocia un mayor nivel de riesgo es la renta variable. Desde hace un año, los partícipes de los fondos que invierten en Bolsa han visto, por término medio, recompensado ese mayor grado de riesgo. Ahora bien, la prima de riesgo de los que lo hicieron en la Bolsa norteamericana no ha sido muy elevada, ya que apenas alcanzan una media interanual del 6% medido en euros. Esa escasa rentabilidad refleja que no se han visto premiados por la revalorización del dólar, ya que, a pesar de su actual fortaleza, cotiza frente al euro en los mismos niveles de hace 12 meses. Si la inversión se hizo en fondos de renta variable española, europea, latinoamericana o de Asia-Pacífico (sin Japón) las rentabilidades han sido mucho más jugosas: 20%, 13%, 54% y 27%, respectivamente.

Cuestión de tiempo

¿Cuánto tiempo más va a durar esta situación? Para los fondos de renta fija a corto plazo puede que bastante, y durante ese periodo seguirán produciendo rendimientos por debajo de la inflación (al menos en la zona euro). Los fondos de renta fija a largo plazo tienen en contra el que los tipos de interés están en mínimos históricos, aunque a su favor juega esa enorme cantidad de ahorro que no sabe en qué proyectos empresariales atractivos rentabilizarse. Los de renta variable son, como siempre, los que vivirán situaciones más extremas, sometidos a la ducha escocesa de unos beneficios empresariales que crecen a buen ritmo y unas economías europea y japonesa más que débiles, y amenazadas, como todas las demás, por el encarecimiento de la energía. El traspaso a lo largo del verano hacia fondos de menor riesgo, aunque con rentabilidades exiguas, puede ser una alternativa para los corazones menos atrevidos.

Juan Ignacio Crespo es director general de Finanduero.

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