Cuando el amor dice su nombre
EL DEFECTO más característico de las novelas de contenido homosexual es que suelen moverse en un espacio afectivo exclusivamente homosexual, lo que las convierte en una especie de novelas-gueto en las que sólo es posible y deseable esa clase de amor e ignora cualquier otra, como si se tratara de una venganza de la marginación social a que se ve sometido. Ya las expresiones "amor oscuro" o "amor que no puede decir su nombre" son suficientemente expresivas. Es un defecto por reducción que, en el campo de la ficción, de lo literario, se convierte en una limitación. Pero no sucede con ésta, y eso que el ámbito afectivo amoroso es estrictamente homosexual y no asoma otro sentimiento amoroso a lo largo de sus ochocientas páginas. Y no lo es porque no solamente O'Neill trata el asunto con una naturalidad expresiva que no excluye el realismo y con una convicción que excluye cualquier simpleza, sino que la relación entre emoción y pensamiento está perfectamente medida, con lo que se eleva sobre cualquier reduccionismo y lo que alcanza es el amor sin prejuicio ni procedencia. Y no solamente eso: además lo levanta y universaliza también gracias a una intuición genial, la de integrar la lucha por la dignidad y la independencia nacional con el orgullo de ser homosexual. En estos días en que la cerrazón parece aflorar en muchas cabezas hispanas tan católicas como las de la Iglesia irlandesa de este libro, creo que su lectura, además de felicidad literaria, puede proporcionar entendimiento y reflexión, que son virtudes siempre recomendables para cultivar y desarrollar las relaciones entre las personas.
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