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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tiempo vulnerado

Dentro del género de las "antológicas estivales" es raro encontrar propuestas argumentadas y, menos, protagonizadas por artistas de reconocida proyección internacional. Por eso hay que resaltar la interesante singularidad de la que se nos presenta ahora, en la galería Pepe Cobo, con el título de La hendidura del tiempo, que responde bien, no sólo a un tema connatural con lo moderno, que es la huella o herida del tiempo, sino que además lo hace, en la mayor parte de las obras reunidas para la ocasión, con sentido. Es así, desde luego, en la instalación del precozmente desparecido Pepe Espaliú, To an unknown god (1989), en la que en los que unos estandartes arcaicos en bronce se confrontan con unos dibujos, marcando con ello las distancias míticas de lo temporal con la vulnerabilidad perentoria de una huella manual hecha a lápiz.

PEPE ESPALIÚ, ZOE LEONARD, BRUCE NAUMAN, GINA PANE, ANN-SOFI SIDÉN

'La hendidura del tiempo'

Galería Pepe Cobo

Fortuny, 39. Madrid

Hasta el 30 de julio

Esta misma confrontación entre lo escultórico y lo dibujístico se repite en las dos piezas del reconocido y muy influyente artista estadounidense, Bruce Nauman, la primera de las cuales, Untitled (Crossbeams) -'Vigas cruzadas'- (1983-1986), mantiene en un frágil equilibrio dos barras de hierro, mientras que la segunda es un dibujo, de 1987, que repite en letras capitales Use me -'Úsame'-, una irónica interrelación de términos temporales, más, por así decir, profana y neutra que la anterior, como una arqueología del presente, cuyas huellas se hacen fríamente indiscriminadas. Mayor dramatismo tiene la fotografía de la italiana Gina Pane, lo mescolo tutto (1976), que reproduce el estigma corporal del triángulo femenino.

Por último, las fotografías de artistas más recientes, como Zoe Leonard, que representan imágenes en blanco y negro de árboles asediados por un entorno agobiante, o como las digitalizadas en color de Ann-Sofi Sidén, resaltan el contraste entre lo orgánico y la marca devastadora de lo industrial. Imágenes y formas, en fin, del deshacerse del tiempo, uno de cuyos ribetes es el estrago existencial, y el otro, el del borde duro de cómo el hombre se autodestruye intentándose salvar. En este sentido, quizá nunca como ahora la herida del tiempo se haya parecido más a, en efecto, una hendidura, a una costra fosilizada, un lamento mineralizado.

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