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Tribuna:LOS RIESGOS QUE AGUARDAN A JAVIER ARENAS
Tribuna
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Aznar o la suma matemática

No puedo negar que me sorprendió la presencia de José María Aznar, en su calidad de presidente de la FAES, apoyando la Plataforma por la Alternancia que crease el Partido Popular de Andalucía (PP-A).

Me sorprendió, no por encontrar en una misma foto a Arenas y a Aznar, que entiendo que mantienen unas muy buenas relaciones personales, sino por ese guiño al pasado que representa situar en el primer nivel de la vida política andaluza, en el proyecto más independiente que están abordando los populares de nuestra Comunidad, a alguien que decidió en su día, acertadamente desde luego, detener su proyección política, facilitando con ello la entronización de una nueva cultura por el cambio según la cual los procesos de reforma superasen a los personalismos de quienes en cada momento los pudieran protagonizar.

He tenido oportunidad de leer los diferentes artículos de opinión publicados en distintos medios con motivo del acuerdo establecido entre FAES y el Partido Popular de Andalucía, y la disparidad de criterios va en consonancia con la tendencia ideológica o la visión política de quienes los sustentaban o les daban soporte.

¿Qué podía pretender Javier Arenas al apoyar su proyecto reformista sobre lo que en principio debiera representar la principal estructura de pensamiento ideológico del PP: la FAES?

No creo, como algunos han llegado a deslizar, que Arenas pretendiese, tras la no consecución de la mayoría absoluta en Galicia, abanderar un frente contra Rajoy, alineándose con el sector nostálgico del partido, aquél que sigue viendo en Aznar a la única alternativa a él mismo.

Ni al actual presidente del PP se le puede imputar el resultado electoral, que por otra parte se encuadra dentro de la lógica, si tenemos en cuenta la limitada proyección de futuro que generaba la imagen de un Manuel Fraga muy agotado física y mentalmente -que sin embargo seguía siendo el candidato popular que podía detener más la caída electoral-, y el efecto arrastre del Gobierno socialista de la nación, ni sería acertado entrar en una espiral de probaturas que haría mucho más la lejana la posibilidad de recuperar dicho Gobierno.

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Arenas lo sabe y sabe que su batalla no la puede jugar ahora en Madrid sino que, con las dificultades que evidentemente encierra, debe plantearla en Andalucía, un territorio en el que jugando las bazas con inteligencia se puede y se debe desbancar a los socialistas del gobierno autonómico.

Es más, él apostó hace poco más de un año por obtener un nuevo aval de futuro al situarse al frente del proyecto andaluz, y es consciente que sin él, sin el trabajo y los buenos resultados que de su gestión se deriven, será imposible optar a nuevas metas en un escenario interno altamente competitivo.

Por ello, que entienda que el papel que Javier Arenas ha querido ofrecer a quien fue su superior jerárquico en el Gobierno y en el Partido, obedece al principio matemático de la suma, según el cual pretende adicionar a su proyecto a todos los valores del PP, comprometiéndolos en el mismo, sin que ello pueda representar la renuncia a la gran franja de electorado que se mueve sobre el fiel de la balanza con capacidad para inclinar la misma hacia uno u otro lado.

De seguro que a la vez que veremos discurrir por Andalucía a todos los líderes populares, Arenas procurará ofrecer su sitio a nuevos valores independientes, manteniendo un equilibrio que impida la fuga de votos y, muy al contrario, atraiga a nuevos votantes.

Lo que no me queda tan claro es la aplicación que del término reformista se viene haciendo desde las filas populares.

Si como reformismo hemos de entender a cada una de las tendencias que procuran el cambio y las mejoras graduales de cualquier situación política, social, religiosa, etcétera, el uso genérico que del término se viene haciendo, y que ya se hizo en el pasado, no ofrece puntos de referencia lo suficientemente definidos sobre los que los andaluces hacer pivotar su cambio de opción política.

El reformismo no puede expresarse como un deseo, sino como un conjunto de aptitudes y actitudes dirigidas hacia la consecución de unos objetivos muy concretos.

Reformar supone asumir un riesgo que va íntimamente ligado no al concepto filosófico de la reforma, sino al practico de los cambios reales que se propugnan.

Y ese es el riesgo que le tocará aceptar a Javier Arenas, el de comenzar a definirse, a tomar decisiones a pie de obra, a dibujar los claros y los oscuros en un boceto que debe ir concluyendo, a optar por el sí o por el no en un escenario que no permite dudas.

Resulta lógico que ante una situación tan compleja se demanden apoyos y consejos, aunque en último término será a él a quien le corresponda responder por el camino seguido.

Enrique Bellido Muñoz es ex senador del PP por Córdoba.

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