Turistas sin rumbo en el corazón financiero de la ciudad
Miles de trabajadores y extranjeros deambulaban por las calles desorientados
En las cercanías de Euston Square, Robert Bruins, de 21 años y trabajador del hotel Hilton, señaló que "todo se movió, aunque no sonó como una bomba, sino como muchos fuegos artificiales". Un compañero suyo dijo que "fue como el ruido de una granada".
El ambiente predominante era una mezcla surrealista de turistas desorientados (mayoritariamente japoneses), trabajadores que habían sido desalojados de sus oficinas, periodistas y curiosos. Todo ello combinado con personas con maletas que esperaban para poder entrar en la estación y que se habían quedado atrapados en tierra de nadie.
Emilia Abbiu, estudiante de 22 años, explicó que "el ruido fue claramente el de una bomba, aunque no era tan alto". Abbiu dijo que estaba esperando fuera de la estación cuando escuchó la deflagración. Respecto a la tensión vivida, manifestó que "en ningún momento se vio gente huyendo en avalancha". El acceso a la estación de King's Cross estaba cerrado por el gran número de fuerzas del orden que había en la zona, que al ser preguntados por información del número de heridos o fallecidos remitían a un inexistente portavoz.
"Sonó más a un edificio derrumbándose que al estallido de una bomba", dijo Moni
En Liverpool Street, el silencio se impuso entre los que miraban a la estación de tren
"Sonó más a un andamio cayéndose o a un edificio derrumbándose que al estallido de una bomba", aseguró Moni, una joven de 25 años que estaba a 100 metros del autobús que estalló en las cercanías de Russel Square. Esta joven, que prefirió no dar su apellido, estaba en la zona comprando algunos materiales químicos para su posgrado en la materia. Moni señaló que el estallido se produjo hacia las diez de la mañana y que la llegada de la policía y servicios sanitarios fue "muy rápida, llegaron en apenas cinco minutos". Además, asegura haber visto un cadáver encima de la acera en los primeros momentos. Una hora después del estallido, los árboles y el área acordonada por la policía impedían una vista directa del vehículo, mientras un agente gritaba constantemente sin éxito que "si pueden observar el vehículo desde donde se encuentran, todavía están en peligro".
El área donde se produjo este atentado es un área conocida por estar muy cerca del Museo Británico, aunque no es un barrio especialmente comercial. Una hora después del suceso, continuaban entrando visitantes por la puerta principal. Esta atracción turística no dista más de 10 minutos andando de Euston Square, cerca de donde explotó otro artefacto en el metro y a medio camino de donde se registró la explosión del autobús.
El servicio de transporte urbano de pasajeros y de metro quedó suspendido en pocos minutos. Esta circunstancia supuso una gran dificultad para una ciudad tan extensa como Londres. A pesar de haberse cancelado las líneas de autobús, durante la mañana había muchas personas esperando en las paradas sin que nadie les advirtiera de su ausencia. Los que ya sabían del corte en el transporte público, se acercaban a preguntar a los policías, que recomendaban acudir andando a las estaciones de tren que todavía funcionaban. La vuelta a casa fue algo complicada para muchos londinenses, como sucedió en Nueva York tras los ataques del 11 de septiembre.
Londres se convirtió en pocos minutos en una ciudad detenida por los atentados. Por Trafalgar Square, centro simbólico de la ciudad, sólo circulaban taxis y algunos pocos vehículos particulares, además de los coches de policía y las ambulancias, que eran una presencia constante con el ulular de sus sirenas. Durante la mañana se cerró el acceso al tráfico rodado que lleva a Downing Street, residencia de Tony Blair, y al Ministerio de Asuntos Exteriores. En las calles del West End, área popular por sus teatros y el Soho, los peatones invadían parte de la carretera sin temor a los coches.
Las cercanías de Liverpool Street y Aldgate East estaban cortadas por las autoridades. Algunos comercios, los más próximos a las estaciones de tren, estaban cerrados y el silencio se impuso entre los que miraban a la estación de tren. Liverpool Street es uno de los pulmones de la City, famosa por acoger a muchas entidades financieras, además de algunos edificios simbólicos como, por ejemplo, el popular pepino de Norman Foster, como se conoce en la ciudad a la torre Swiss Re.
En la hora del almuerzo, alrededor del mediodía, las calles estaban llenas de gente que ante la fuerte lluvia y el cierre de algunos comercios se refugiaban en los escasos porches. Curiosamente, Liverpool Station es una frontera simbólica entre el distrito financiero, motor durante muchos años de Londres, y Aldgate, barrio conocido por la presencia de inmigrantes asiáticos y por el mercadillo que se celebra los domingos en la calle de Brick Lane.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.