El león hambriento de Nigeria
El 70% de la población vive con menos de un euro al día en uno de los países más ricos y poblados de África
Sentado sobre un bloque de cemento armado a la entrada de una lujosa casa de Abuya, la capital de Nigeria, el guardia de seguridad Henry Basey, de 22 años, come pan de cassava mojado en fanta de naranja. Esta planta de raíz grande y carnosa es uno de los pocos alimentos que produce Nigeria y la base de gran parte de la dieta de los nigerianos. Henry come otras cosas -espaguetis, ñame o habichuelas, siempre con arroz-, pero hace días que su salario de 7.000 nairas (unos 40 euros) se le esfumó, así que ahora se contenta con pan con sabor a naranja. "Está rico", comenta sonriendo.
Henry procede de Port Harcourt, la ciudad donde se extraen las mayores cantidades de petróleo que sirven para llenar los 2,5 millones de barriles diarios que produce este país del África occidental, según la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Hace dos años, este joven de etnia calavar, una de las más de 300 tribus que pueblan el país, se fue de allí para escapar de los enfrentamientos entre la policía y jóvenes descontentos con la pobreza de la zona del Delta del Níger. Acabó como vigilante de seguridad, el puesto más bajo en el escalafón de la sociedad nigeriana.
El caso de Henry es un ejemplo de la paradoja nigeriana, ésa que se construye sobre la pregunta de por qué el sexto país en la clasificación de los productores de petróleo sigue estando tan mal situado en las clasificaciones que los organismos internacionales elaboran anualmente. El informe 2004 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo coloca a Nigeria, de 923.768 kilómetros cuadrados (casi el doble de España), en el puesto 151 de una lista de 177 países, según el nivel de desarrollo. El 70% de sus más de 130 millones de habitantes vive con menos de un euro al día, lo que sitúa a Nigeria en el puesto 188 de 206 países, esta vez según la renta per cápita.
Los gobernantes nigerianos descuidaron la producción de productos básicos como el cacao y el aceite de palma. El petróleo se convirtió en un caramelo demasiado difícil de compartir y la corrupción se instaló en la Administración. "Nuestros dirigentes se comen todo el dinero y no dejan nada. Yo soy un león hambriento, así que tengo que hacer lo mismo si quiero vivir mejor", afirma Mohamed, un amigo de Henry que también trabaja como guardia de seguridad y que se sabe de memoria las últimas detenciones de políticos involucrados en escándalos de corrupción.
Mohamed y Henry viven en un contenedor industrial en Yabi, un pequeño poblado situado a las afueras de Abuya. La moderna capital nigeriana de grandes avenidas de asfalto, flanqueada por la enorme mezquita de cúpula dorada y el edificio acristalado de cuatro torres de la Corporación Nacional de Petróleo, es una burbuja si se la compara con la imagen del poblado. Allí los niños juegan en la basura que se amontona junto a las chabolas a escasos metros del fuego que sirve para cocinar un pescado cubierto por las moscas.
"Éste no es un lugar para que viva nadie", afirma Henry, "aquí sólo pillamos enfermedades". Para curarse de uno de los males más comunes en Nigeria, la malaria, Henry toma unas pastillas que le dan en el hospital de la zona por 700 nairas (cuatro euros). Sabe que hay otros medicamentos mejores en los hospitales de Abuya, pero asegura que no los puede tomar porque son muy caros: 2.500 nairas, algo más de un tercio de su salario mensual.
Los planes de futuro de Henry y Mohamed son muy distintos. "Ser futbolista, músico, meterme en el Ejército o estudiar en la Universidad. Tengo todos esos planes para que al menos me salga uno", bromea Henry. Asegura que ninguno de esos sueños será posible si no consigue alguien que le apadrine para introducirlo en esos ambientes. Las urbanizaciones de Abuja están llenas de vigilantes de seguridad que han pasado por la universidad.
Mohamed tiene otros planes. Se conforma con conducir una okada, una pequeña motocicleta importada de China que miles de nigerianos conducen en las grandes ciudades como Abuya, Lagos y Kano, para ganarse la vida como taxistas, pero asevera que si no lo consigue pronto se hará con un arma y se dedicará a asaltar coches en la carretera.
Ése es uno de los miedos de la comunidad internacional. Un informe del Consejo de Inteligencia Nacional de Estados Unidos augura un posible colapso en Nigeria que desestabilizaría a otros países del África Occidental. Con sus 7.000 nairas mensuales, Mohamed y Henry pueden comer tres veces al día durante unos 20 días y buscarse la vida luego lavando coches o haciendo recados para cubrir la diferencia. La pregunta es si podrán seguir haciéndolo en los próximos años, cuando la población crezca hasta alcanzar los 200 millones de personas en 2015, si es que se cumplen las predicciones de la ONU.
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