Geografías de la existencia
El Premio Hiperión de este año ha tenido algo de excepcional. En un doble sentido: tanto Atlas, el libro premiado, como Estado del tiempo, finalista, muestran una poesía de una heterodoxia poco habitual en la trayectoria del premio. Por otro lado, sus autores no son primerizos: tanto Ana Isabel Conejo (Tarrasa, 1970) como Jorge Ortega (Mexicali, México, 1972) tienen una dilatada trayectoria literaria: es el sexto poemario publicado por la ganadora y el octavo del finalista.
Atlas es la representación lí-
ESTADO DEL TIEMPO
Jorge Ortega
Hiperión. Madrid, 2005
76 páginas. 7 euros
ATLAS
Ana Isabel Conejo
Hiperión. Madrid, 2005
62 páginas. 7 euros
rica de un viaje imaginario. Construido con experiencias vividas y con experiencias literarias, se inicia en zonas reconocibles del planeta (Tíbet, Roma, Yautepec) y concluye en el refugio de lo más íntimo del sujeto poético, en ese lugar donde la vida cotidiana convive con la noticia de la muerte. En ese recorrido, Ana Isabel Conejo afronta una meditación, en la que se funden ficción e Historia, sobre las obsesiones del ser humano de todo tiempo y lugar: el amor, el miedo, el arte, los sueños, los paisajes. En el fondo, el itinerario que la poeta traza en Atlas es una metáfora de la realidad que vivimos en este comienzo del siglo. La naturaleza amenazada (léase el poema Sólo víctimas), la sociedad de consumo, el refugio en la literatura o en el amor, el paso del tiempo (algo verdaderamente obsesivo, casi un hilo conductor del conjunto del libro) son territorios que Ana Isabel tantea en sus poemas para acercarnos una meditación existencial que conduce al escepticismo: "tan absurdo sería buscarse en esa vida de las celebraciones, la rutina y las compras, como intentar hallarse en el ficticio interior de una conciencia; No sé... quizá no estemos en ninguna parte". Escrito, con alguna excepción, en versículos fronterizos con la prosa poética y con un lenguaje rico y controlado, Atlas es un libro ambicioso que huye de la convención. Que nos descubre a una poeta consolidada y, paradójicamente, casi desconocida.
Jorge Ortega escribe una
poesía barroca, de verso clásico y musical y de expresión brillante, rayana en el preciosismo, cargada de una ironía inteligente y heredera de cierta tradición de la poesía hispanoamericana (el modernismo, pero, sobre todo, las vanguardias, Huidobro, la obsesión por retorcer el lenguaje de Vallejo). Estado del tiempo es un recorrido por un espacio ficticio marcado por la evolución de la meteorología. Los vientos, el calor, las tempestades, las lluvias, los colores de la luz, del cielo, se reflejan en un libro cuya estructura responde a las cuatro estaciones que dan cuenta del "estado del tiempo": el otoño (Manta de cielo), el invierno (Agua de limbo), la primavera (Mecánica de suelos) y el verano (Recibo de luz). Pero no se trata de afrontarlos con la distancia de la contemplación, sino en su imbricación con la vida cotidiana, con los estados de ánimo, con los recuerdos. La metáfora, la adjetivación imprevista y el gusto por el riesgo lingüístico nos recuerdan, a veces, al Gómez de la Serna de las greguerías: "Ubico, redescubro geografías / en un mapa de antaño (qué más da): la redondez del orbe desconcierta / como una gran canica semoviente". Estado del tiempo es un saludable anacronismo en nuestro panorama poético. También, aunque algo menos, en el latinoamericano.
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