La belleza, aún
La física sintetiza por medio de formulaciones matemáticas los fenómenos que se aprecian en la naturaleza. Lo hace enunciando leyes que explican el ritmo, la velocidad, las secuencias, el orden o la proporción, con que se producen esos fenómenos. Por ejemplo, sabemos que las olas que se agitan en la superficie del mar son distintas y mutables en cada instante, carecen, como las nubes o las llamas, de una forma estable y, sin embargo, un físico puede establecer un conjunto de ecuaciones matemáticas que expliquen con precisión cómo se comportan las gotas de agua en el movimiento de la ola, qué trayectoria siguen y qué formas adoptan según la energía que posean. Lo que hace el físico, abstraer mediante la formulación de un modelo matemático, es algo muy parecido a lo que hace un artista que sirviéndose de la observación sensible logra sintetizar y abstraer, por medio de la formalización estética, ciertos fenómenos que logra hacer visibles.
KEIJI KAWASHIMA
Galería Salvador Díaz
Sánchez Bustillo, 7. Madrid
Hasta el 23 de Julio
El japonés Keiji Kawashima (Fukushima, 1963), tras licenciarse en Ciencias Físicas estudió Bellas Artes. En la realización de sus obras artísticas se sirve de los conocimientos de mecánica que posee para abstraer fenómenos naturales, como el movimiento del viento o el del oleaje, pero no los expresa en el lenguaje científico sino por medio de construcciones, asimilables a esculturas o instalaciones, que cautivan visualmente al espectador por su capacidad de mostrar la belleza implícita en ciertos fenómenos de la naturaleza.
De alguna manera, las obras "tecnológicas" de este japonés enlazan con los orígenes del arte de la antigua Grecia, donde las proporciones matemáticas, la simetría y el orden que emanaban de una naturaleza abstraída mediante la idealización se convirtieron en el canon que rige la arquitectura, la poesía, la música o la escultura. Es esta idea de mostrar la belleza abstraída implícita en las leyes de la mecánica lo que hace que las "máquinas" de Kawashima se conviertan en obras de arte, como sucede en una obra construida con 124 molinos eléctricos provistos de una veleta circular que emulan el movimiento nervioso que provoca cualquier mínima alteración en la circulación del aire, generando el caos en un sistema estable.
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