Vergüenza tras vergüenza
Los 25 años de existencia sin sede estable del Museo Nacional de la Ciencia y la Tecnología son un triste indicativo del interés del país por ocuparse de su patrimonio científico-tecnológico. Primera vergüenza.
La profesionalidad de los encargados de la catalogación y depósito -ubicado en la estación de Delicias- ha permitido la existencia virtual del museo. Segunda vergüenza, pues ni siquiera podemos decir que carezcamos de historia, pese al unamuniano "que inventen ellos".
Adelanto mi reconocimiento al presidente Zapatero por su "saber estar" en asuntos graves y por su firmeza en defender lo obvio. Pero en este tema muestro mi modesta discrepancia: ni se debe ofrecer un Museo Nacional sin asesoramiento ni hacerlo en campaña electoral como se ha hecho en A Coruña.
Se han pedido informes en asuntos conflictivos pero evidentes: devolver a la Generalitat un botín de guerra o llamar nación a las naciones de un Estado plurinacional.
La radicación de un museo, ¿no requiere otras opiniones? Asistí en 1992 al debate público para la instalación en Sevilla, con objeto de aprovechar los edificios de la Expo 92. Se desechó la propuesta ante las protestas: las principales colecciones (por ejemplo, Gabinete de San Isidro) están vinculadas a Madrid.
Lejos de mi ánimo negar los méritos de A Coruña, que con su esfuerzo ha mostrado las carencias del Estado. No ha sido menor el de Pamplona, Valencia, Cuenca, Granada o de Catalunya y Euskadi por la recuperación de su patrimonio. También se le podía pedir a La Caixa que lo gestione, experiencia no le falta.
Hubiera preferido Sevilla hace 13 años, por su historia en los siglos XVI y XVII y porque ya tendríamos museo. Tarde y mal.