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VISTO / OÍDO
Columna
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Felicidades, Fraga

A mí me parece que Fraga debía ser feliz en este momento. Un hombre de 83 años, con la edad haciendo presa en sus piernas, ahora zambas, y en una voz que le hace ininteligible, presa de ataques de ira, ha logrado un gran éxito con su mayoría de votos; si ha perdido el Gobierno de Galicia ha sido por un solo diputado. ¿Cómo no ha de ser feliz? Un hombre que viene del fondo del franquismo, que lleva la dictadura dentro de sí, y la intemperancia, y los buenos modales; uno que ha firmado el acta del Consejo de Ministros que fusilaba a Grimau y ha lanzado panfletos defendiendo ese acto, uno que ha mandado disparar en Vitoria, y no sé en qué lugares más, ha perdido un Gobierno democrático por un solo diputado de diferencia, por un manojo de votos, y viendo cómo se unían en contra de él dos partidos: el socialista, que gobierna en España y lo hace cada vez con más satisfacción general, el nacionalista, que expresa un galleguismo ancestral, con muchos menos votos populares que él cada uno, y aun juntos le llegaban muy poco por encima de la cabeza troglodita.

Mi satisfacción relativa se debe precisamente a que ha sido el ministro de Información y durante mucho tiempo; que me mandó venir desde Tánger para soltarme una bronca por algo que no había hecho yo, sino otro periódico (confundió mi España con La Nueva España, de Asturias); que después de suprimir la censura de libros condenó por "no recomendable" un libro mío, que no pudo publicarse hasta años después; que suspendió mi revista Triunfo una y otra vez; y que cuando llegó el indulto por la muerte de Franco y el advenimiento del Rey, se negó a aplicarlo a la maltrecha revista, que no pudo durar mucho más (o dura por lo que tiene ya de histórica). Pero...

Pero sólo ha perdido el Gobierno por un diputado. Razón para felicitarle. El PP que él fundó padece ahora por la caída del fundador franquista del partido, por lo que los actuales dirigentes tienen del franquismo-fraguismo genuino. Pero la verdad es que un triunfo consérvale: perder por un puñado de votos y por un diputado quiere decir que una enorme cantidad de gallegos, de fuera y de dentro, hubieran querido que todo siguiera igual. Como en 1936.

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