_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El PP, en la hoguera

El cronista salió indemne no solo de la madrugada del fuego, ni siquiera de la multitud que se desplazaba de un distrito a otro, con el júbilo y el botellón, sino del desvarío de las patuleas de políticos que recorrían la ciudad o se afincaban en salones y terrazas, ignorándose, en el peor de los casos, con un distante saludo, y los más almidonados disponiendo ya destinos entre sus chaqueteros de confianza. Estos últimos días, en Alicante, mientras se consumía un efímero vecindario de cartón, se medían los bíceps y los mostraban, sin ningún pudor, los de las tribus del PP. Unos, como salvoconductos para regresar nuevamente al poder, y los otros, para mantener y extender lo que les confiaron las urnas. Pero zaplanistas y campistas no faltaron a la cita, cada cual por su lado, y con sus lideres y sacristanes bien visibles en medio de las multitudes, que ocasiones así, no están para dejarlas escapar. Eran, como alguien le comentó al cronista, quizá al arrimo de la pólvora o del alcohol, una pasarela de ninots de carrer, que echaban para atrás de tanta peste a chamusquina. El enfrentamiento se recrudeció días antes, cuando César Augusto Asencio, alcalde de Crevillent, portavoz popular en la Diputación y leal a Camps, no asistió al último pleno de la corporación en el que precisamente tomaba posesión de su cargo la también edil de Crevillent, aunque fiel a Zaplana, María Asunción Prieto. Afrentas así, no, se dijo José Joaquín Ripoll, paladín del ex ministro de Trabajo -el escudero es Julio de España-, y resolvió colocar al presunto rebelde al filo del cese. Ya se verá. Al ritmo de mascletà fueron desembarcando los contendientes, en una ciudad receptiva y en fiestas. Pero la crisis de los populares valencianos es un abismo insalvable. Bien es cierto que en estas comarcas del sur, la hegemonía es, sin duda, de Eduardo zaplana, y hasta ahora las estrategias que se ha gastado su adversario han fracasado estrepitosamente, una tras otra. De modo que la presencia de varios miembros del Consell y de algunos más o menos ilustres invitados, como los alcaldes de Castellón y Orán, y las representantes de Valencia, Burriana, Murcia, Barcelona y Zaragoza, han dado color a Les Fogueres de Sant Joan, aunque no parece, sin embargo, que hayan incidido en el equilibrio de fuerzas. Y menos aún los socialistas Joan Ignasi Pla, secretario general del PSPV, Antonio García Miralles, presidente de la nueva gestora, en la ciudad, y los ediles Blas Bernal y Ángel Franco, que bastante tienen con remendar sus descosidos, y se limitaron a cumplir. Si acaso, conviene tener en cuenta lo que puede ser un fino ardid de Francisco Camps en esta contienda por hacerse con la provincia insurgente: su inspiración lírica, su frase lapidaria, digna de un Llibret antológico: cuando se procedía a la entrega de distinciones fogueriles, el presidente Camps, refiriéndose a la percepción de una luna de apariencia más grande y próxima de lo habitual, acuñó para la historia: "La luna estaba más grande y más bella que nunca, porque Alicante está en fiestas". Por si fuera poco, dicen que, por un teléfono del Ayuntamiento, una voz que recordaba a la de Rajoy, inquiría: ¿Arde el PP?, ¿arde el PP? Y otra voz anónima respondió: Humea.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_