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Ortiz de Elgea muestra su discurrir pictórico hacia los paisajes

El artista alavés exhibe una veintena de obras en San Sebastián

Maribel Marín Yarza

Carmelo Ortiz de Elgea (Vitoria, 1944), miembro del grupo Orain, ha conseguido con los años despojarse de las ataduras y anhelos de juventud y sentirse libre cuando se enfrenta al lienzo en blanco. "Nunca sé de antemano lo que voy a pintar", confiesa; "me dejo fluir". En todo caso, su trayecto suele acabar casi siempre en el paisaje. Ortiz de Elgea expone en la galería Kur donostiarra una veintena de obras de distintos formatos.

El artista realizó ayer un receso durante el montaje de la muestra para hablar sobre sus últimos trabajos desde una mirada global a toda su trayectoria. "Ha habido etapas en las que la pintura me ha costado más por ser más intelectual", reconoció. "De joven, sientes la necesidad de ser moderno, de romper con todo el arte tradicional que conoces, el oficialista, el comercial, y de situarte en la vanguardia. Ahora no. Ahora dejo que la pintura fluya. Por eso me resulta apasionante y nunca repetitiva".

La exposición de Kur (Zurriola, 6) refleja los frutos de esa libertad conquistada después de más de cuatro décadas de trabajo. Ortiz de Elgea presenta en esta sala una veintena de obras de distintos formatos, con registros plásticos diversos y colores de gran fuerza expresiva. La exposición no tiene título, pero de tenerlo giraría en torno al paisaje, ya que es su eje temático. "Casi toda mi pintura está basada en la naturaleza", explica mientras apura un cigarrillo. "No trato, sin embargo, de representarla tal y como es. No busco retratar un volcán, sino la sensación, la emoción que me ha causado, el olor a azufre, los gases, el ruido de la fosa,... Trato de plasmar todas esas sensaciones".

Ortiz de Elgea pone el ejemplo del volcán ya que es una de las piezas que refleja su juego entre la figuración y la abstracción. Fosa cratérica recrea el cráter de la isla siciliana de Vulcano. Allí estuvo el artista y allí realizó el dibujo que remató en su estudio, un pabellón de 500 metros cuadrados a las afueras de Vitoria. "Hay algo que considero muy importante", apunta. "Jamás he hecho la copia de un libro o de un cuadro, sino que ya desde pequeñito cogía mis acuarelas y mi cuaderno y me iba al campo a pintar. Mi primer cuadro se parece mucho al último que he hecho, salvando la distancia en técnica y metros cuadrados pintados".

El empaque

Entre uno y otro, Ortiz Elgea ha pasado por la figuración, por una abstracción que rozó en algunos momentos el informalismo matérico, ha coqueteado con el pop art o la geometría cubista,... "Mi mayor crítico siempre he sido yo, aunque antes los pintores nos veíamos mucho más en los estudios y nos hacíamos nuestras observaciones", reconoce. Se refiere a su época en Orain, grupo que a mediados de los sesenta propugnó la investigación artística frente al arte académico.

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Por eso, porque es exigente consigo mismo, acostumbra a retomar cuadros que igual dio por terminados cinco años antes. "Yo no busco que el protagonista del cuadro sea una figura o una forma, sino toda la pintura. Cada centímetro tiene que tener empaque", explica. Lo dice mientras observa un lienzo colorista inspirado en la Sabana africana, se detiene a explicar un paisaje cósmico o resume cómo ve la pintura contemporánea: "¿Sabe qué me molesta? Que hoy pinta lo mismo un artista africano que uno de aquí y no puede ser, porque hay otra atmósfera, otro paisaje, otra niebla, otra luz que te condiciona. El arte es ya un negocio globalizado".

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