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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Galicia votó cambio

Galicia tendrá que esperar al menos hasta el próximo lunes para saber quién gobernará la región una vez se recuente el voto de los emigrantes y se dilucide la suerte del escaño 38, del que depende la mayoría absoluta al PP o un Gobierno de coalición entre socialistas y nacionalistas. Pero independientemente de la paradoja de que los residentes ausentes sean los árbitros de la contienda, sí se puede afirmar que en los comicios del pasado domingo la mayoría de los gallegos votó por el cambio. Ese cambio tiene una coloración de izquierda menos rotunda de lo que las encuestas pronosticaban, pero sí clara. Socialistas y nacionalistas superan en más de 100.000 votos a los populares.

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El análisis de unas elecciones que bien puede decirse que han sido las más infartantes y reñidas de la democracia en España indica, ante todo, que el Partido Socialista de Galicia (PSdG) ha sido el que más ha subido respecto a las últimas regionales de 2001. Ha mejorado en 190.000 votos y ocho diputados. La progresión de los socialistas se fundamenta sobre todo en las grandes ciudades, aunque sólo en A Coruña haya conseguido rebasar a los populares.

Pero no se ha producido el vuelco que los sondeos aventuraban y el PP ha quedado al borde de la mayoría absoluta, pese a haber perdido 41.000 votos y cuatro escaños. El partido de Fraga confirma así una hegemonía que le ha hecho ganar todas las elecciones autonómicas celebradas hasta ahora en Galicia, aunque en esta ocasión su victoria puede resultar insuficiente para gobernar. Y las victorias electorales sin poder formar Gobierno se convierten en derrotas.

El perdedor de la jornada electoral ha sido el Bloque Nacionalista Galego (BNG), que, con 34.000 votos menos, ha perdido cuatro escaños. Pese a este pobre resultado, el BNG puede tener por vez primera vez en su historia la posibilidad real de participar en una alianza de gobierno. No le será fácil a su líder, Anxo Quintana, cerrar las divisiones internas del Bloque y de quienes dentro de la atomizada coalición sostienen que su programa ha servido para decantar el voto al PSdG.

El PP ha reaccionado con demasiado entusiasmo a este resultado agridulce tanto para Fraga como para Rajoy. La historia enseña que ese sabor termina convirtiéndose en amargo si se pierde el poder. Es muy probable que el domingo haya marcado el fin de la etapa de gobierno del anciano presidente gallego. En cualquier caso, Fraga puede afirmar que se ha salvado de la debacle. Y lo mismo cabe decir de Rajoy, que se jugaba mucho en el envite gallego. Es cierto que las cosas podían haberle salido peor, pero si finalmente su partido termina perdiendo el Gobierno de Galicia, será una derrota más en su haber, y más pronto que tarde tendrá que abordar la difícil sucesión de Fraga.

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