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Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

El agua oculta

Las reservas de agua en los acuíferos se cifran en más de 16.000 hectómetros cúbicos

Como ya ocurriera en el último ciclo de sequía, las empresas dedicadas a la búsqueda y extracción de aguas subterráneas han visto multiplicado su trabajo hasta el punto de que, en algunas comarcas, existen listas de espera para recibir la visita de las máquinas perforadoras. Los acuíferos vuelven a convertirse en la única esperanza para numerosos agricultores y, también, para un buen número de municipios cuyo abastecimiento depende de estos depósitos ocultos.

Sin considerar el incremento de uso que se manifiesta en situaciones de crisis, los acuíferos andaluces proporcionan entre el 26 % y el 34 % de la demanda total de agua que registra la región. Aunque las cifras varían según las fuentes consultadas, el volumen total de agua extraída de estas bolsas subterráneas, considerando como fiables las estimaciones de uso publicadas por el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), se sitúa en torno a los 1.400 hectómetros cúbicos por año, de los que 260 se destinarían al abastecimiento de la población y 1.140 se aprovecharían en los regadíos.

De nuevo acudiendo a los estudios del IGME, el volumen total de agua que puede estar acumulada en los acuíferos de la región se acerca a los 17.000 hectómetros cúbicos, cantidad que supera la capacidad total de los embalses andaluces (alrededor de 11.000 hectómetros cúbicos). Sin embargo, y como no dejan de advertir los especialistas, el uso de estas reservas estratégicas debe organizarse con sensatez, ya que las extracciones que se realicen de las mismas no pueden, en ningún caso, superar la tasa de recarga de la que depende la supervivencia, a largo plazo, de cada uno de estos acuíferos.

Como explica Juan López Martos, el que fuera director del Instituto Andaluz del Agua y director general de Obras Hidráulicas del Ministerio de Medio Ambiente, "los acuíferos tienen un valor estratégico considerable, especialmente importante en los años secos, aunque el buen manejo de este recurso exige que las extracciones coyunturales se mantengan con tal condición y no se conviertan en nuevos aprovechamientos superado el periodo de sequía".

Tasa de recarga media

La tasa de recarga media interanual de los acuíferos andaluces, esto es, el volumen de agua que precisan para mantenerse, también es un dato sobre el que no existe acuerdo, ya que algunos autores la cifran en 3.086 hectómetros cúbicos al año y otros elevan esta cifra hasta los 3.800 hectómetros cúbicos. Si se comparan las extracciones y las recargas totales parece evidente que se puede incrementar el uso de estos depósitos, aunque si se analiza la situación por acuíferos aparecen numerosas situaciones de sobreexplotación.

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Acuíferos como el de Ayamonte-Huelva, o los de Campos de Níjar y Dalías (Almería), hace tiempo que están sometidos a extracciones por encima de lo razonable, lo que provoca el aumento de la salinidad por intrusión marina y, por consiguiente, el inevitable deterioro de este recurso. Al mismo tiempo, algunos acuíferos presentan índices de contaminación que los inhabilitan para servir agua destinada al consumo humano. "Aunque las aguas subterráneas están mejor protegidas ante la contaminación que las superficiales", explica López Martos, "se está registrando un aumento de la contaminación por fertilizantes, y otros productos químicos, en zonas de uso agrícola intensivo, lo que obliga a algunos municipios a cambiar el origen del suministro o bien a establecer instalaciones complementarias, como los sistemas de filtrado por ósmosis inversa, de explotación costosa".

El problema es tan evidente y conocido que desde enero de 1999 está en vigor un decreto, dictado por la Consejería de la Presidencia, en el que se señalan aquellas zonas de la comunidad que son vulnerables a la contaminación por nitratos de origen agrícola. De acuerdo a esta disposición, los nitratos suelen afectar a los acuíferos del valle del Guadalquivir (Sevilla, Córdoba y Jaén), la comarca de Antequera (Málaga), la vega de Granada y determinadas zonas agrícolas de la costa atlántica y mediterránea. En total, el decreto determina la existencia de enclaves vulnerables en 92 municipios, con una clara concentración en Sevilla (25 municipios) y Granada (22).

En previsión de que este problema afecte el abastecimiento en momentos en los que la disposición de agua comienza a ser problemática, algunos colectivos ciudadanos reclaman una intervención decidida de las administraciones en aquellas localidades que se nutren, en exclusiva, de los recursos subterráneos. Así ha ocurrido estos días en Coín (Málaga), donde los representantes de la Mesa por el Agua han pedido al ayuntamiento que lidere acciones para proteger de la sobreexplotación y la contaminación el acuífero del que depende, en su totalidad, el abastecimiento de agua potable.

sandoval@arrakis.es

El ciclo de la sed

Aunque característicos del clima mediterráneo, los ciclos de sequía parecen haber ido modificando sus características con el paso del tiempo, según puso de manifiesto un estudio de la Consejería de Medio Ambiente publicado en 1999. La revisión histórica de estos fenómenos muestra como se han hecho más persistentes e intensos en los últimos años, con una aparente tendencia hacia situaciones de mayor aridez. Después de analizar la información meteorológica correspondiente a la serie 1960-1999, los técnicos de Medio Ambiente identificaron siete periodos de sequía, considerando que ésta aparece cuando se dan al menos seis meses de déficits pluviométricos con relación a la mediana de la serie. Estos periodos se corresponden con los años 1960-61, 1964-69, 1970-71, 1973-77, 1980-86, 1988-96 y 1998-99.

En el decenio 1960-70 las secuencias secas fueron de corta duración y no muy acusadas. En el peor de los casos (Huelva, abril 64/enero 68) el periodo en el que las precipitaciones escasearon se alargó hasta los 46 meses. En los años setenta la situación tiende a empeorar y, así, la sequía de 1973-77, que afecta a la práctica totalidad de la región, se manifiesta con rachas secas de hasta 66 meses, como ocurrió en la provincia de Córdoba. Pero es a partir de 1980 cuando se producen las sequías más graves y de mayor duración, como la del 80-86, que en Almería originó importantes déficits pluviométricos durante 87 meses (noviembre 80/enero 88), y, sobre todo, la del periodo 88-96, con rachas secas que oscilaron entre los cuatro años de Jaén (noviembre 92/noviembre 96) y los casi ocho años de Málaga (febrero 90/octubre 97).

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