Visión idílica
Como familiar de enfermo mental, me veo obligado a recurrir a los ser
vicios psiquiátricos del Hospital Virgen del Rocío con más frecuencia de lo deseable. Por esta razón es por lo que no tengo por menos que discrepar de la idílica visión que de este centro nos proporciona el periodista Joaquín Mayordomo, en su libro que lleva por título En el Corazón de la Salud, muy en la línea del despliegue propagandístico ya iniciado por el gerente del mismo, señor Barroeta, con motivo del 50 aniversario de la institución, al parecer buque insignia de la Andalucía de la segunda modernización.
En efecto, para cualquier usuario que no haya tenido más remedio que echar mano de los referidos servicios, las palabras del señor Mayordomo han de sonar a sarcasmo sangriento, sobre todo si se tiene en cuenta que los que nos vemos en esta situación no contamos, para exponer nuestro memorial de agravios, del imponente despliegue mediático del que él ha dispuesto para cantar las excelencias de tan benemérito hospital.
Por esta razón, no tenemos más remedio que echar mano de las acogedoras páginas de los periódicos para reiterar lo que ya es del dominio público: que los mencionados servicios distan mucho de estar a la altura de la Andalucía Imparable.
Acaso ello se deba a que don Joaquín no ha tenido la oportunidad de contactar con algún familiar de enfermo mental o simple usuario de sus servicios psiquiátricos, pues, de ser así, le habrían suministrado datos como los que siguen: que al enfermo mental, en plena crisis, se le obliga a permanecer en los pasillos por tiempo indefinido hasta que el facultativo de guardia se digna aparecer por el servicio de urgencias; que la sujeción y contención del enfermo corre de cuenta de sus familiares ; que, una vez valorado el paciente por el psiquiatra de guardia, el enfermo ha de seguir esperando porque el servicio no dispone de suficientes celadores para que los trasladen a planta; que la denominada piadosamente unidad de agudos no es más que un aparcamiento de enfermos donde toda incomodidad tiene su asiento, a la espera de que el paciente sea "compensado" y devuelto a un medio familiar estragado por el sufrimiento y la desesperanza. De modo que, al menos en salud mental, se está produciendo un proceso inverso al que refiere don Joaquín: el que quiere que lo curen o que le traten con un mínimo de dignidad, se va una clínica privada. Si se lo puede permitir, claro es. De modo que, en este campo de la sanidad pública, se está produciendo la más odiosa de las discriminaciones. Deriva ya denunciada por el Defensor del Pueblo Andaluz en su devastador informe de 1995. Ya ha llovido desde entonces.
En cualquier caso, don Joaquín Mayordomo no nos engaña y nos confiesa cuáles ha sido los pilares de su libro: el staff directivo del referido hospital. Otro habría sido el resultado si se hubiera molestado en examinar los registros del Servicio de Atención al Usuario o haber consultado los Informes Anuales del Defensor del Pueblo Andaluz. Claro que eso hubiera sido realizar investigación rigurosa y no "una especie de cuentos dentro de un gran cuento", como él mismo se encarga de aclararnos en divertido lapsus mentis.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.